Obra maestra de la animación injustamente valorada y a menudo olvidada. Walt Disney empleó en vida todos sus esfuerzos para hacer con La bella durmiente un hito en la historia de la animación, rizando el rizo diría yo porque ya había producido anteriormente grandes clásicos como Blancanieves y los 7 enanitos, Pinocho o Alicia en el país de las Maravillas.

Lo que hace a La bella durmiente tan especial es una historia mágica y tierna acompañada de un nivel técnico grandioso. El diseño de personajes es fabuloso y muy novedoso para la época con el uso de facciones alargadas y angulosas. Además de contribuir con una de las princesas más bellas de la factoría Disney también lo hace aportando a la probablemente mejor malvada de todas: Maléfica.
La escenificación de los paisajes e interiores del castillo medievales son una delicia. La escena con los animalitos en el bosque es magnífica y tiene sus momentos de humor, aunque en la versión en castellano no podamos reírnos tanto cuando el búho ulula "who?", que naturalmente Aurora interpreta como la pregunta "¿quién?" en referencia a su soñado príncipe azul.
La imagen de Aurora bailando con el príncipe Felipe reflejados en el estanque es seguramente de las más bellas y románticas de toda la historia de la animación.

Por último, recordar que esta película se produjo en los años 50 y nos debemos despojar de prejuicios a la hora de verla que si la princesa adopta una actitud muy pasiva y espera a que su príncipe la salve y le solucione todos los problemas. Que no sea una princesa guerrera no quiere decir que sea conformista y me pregunto qué hubiera hecho si el encanto no la hubiera dejado fuera de juego. En cierto sentido es ella la que va buscando, encuentra y acaba estableciendo las reglas al concertar una cita con el príncipe.