Posiblemente esté siendo algo injusto en darle esta calificación a esta cinta, pero es que, debo confesar, no estuvo a la altura de las expectativas que yo tenía antes de verla; y no es que sea una mala película, porque no lo es, sino simplemente no es la obra maestra que yo había escuchado que era; que sí, es una cinta muy ambiciosa, una cinta con mensaje, y una cinta que hace reflexionar al espectador; pero todo esto no es suficiente, ya que al final, la cinta no satisface del todo, y deja con una sensación de que todo está inconcluso, y no con esto quiero decir que las películas deben de tener un final establecido, pero sí deben de guiar al público a establecerlo por ellos mismos, o darles una pauta de lo que pudo o no pudo haber pasado, pero en este caso, esto no sucede.
Es cierto que la película empieza muy prometedora, y no pierde fuerza, sino al contrario, la va obteniendo, pero no la necesaria como para cautivar por completo; y sí, es una película que merece la pena de ser vista, pero que no debe de formar grandes expectativas, porque no las cumple.
Aunque debo de reconocer que la dirección del entonces debutante, Fernando Meirelles es bastante adecuada para una historia de esta índole, el único problema es que, al final de todo, no logró algo lo suficientemente articulado, ya que toda la historia o/y todo el guión se pierde entre tanto personaje, tantas situaciones, etcétera; pero es innegable que esta es una de las mejores óperas primas en años, consolidándo a su director como uno de los más prometedores a nivel global, y como uno de los directores más visionarios de la actualidad, con un ingenio y una dinámica para manejar la cámara ambos impresionantes.
También sería injusto el no mencionar el maravilloso nivel técnico con el que la cinta cuenta, sobretodo en su edición y cinematografía, dignos merecedores de la nominación al Oscar.
Así que, resumiendo, "Ciudad de Dios" puede no ser una obra maestra, pero, sin duda alguna es una cinta obligada para todo amante del séptimo arte.