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España España · Zamora
Voto de Héctor:
7
Fantástico. Aventuras. Acción Las fuerzas de Saruman han sido destruidas, y su fortaleza sitiada. Ha llegado el momento de decidir el destino de la Tierra Media, y, por primera vez, parece que hay una pequeña esperanza. El interés del señor oscuro Sauron se centra ahora en Gondor, el último reducto de los hombres, cuyo trono será reclamado por Aragorn. Sauron se dispone a lanzar un ataque decisivo contra Gondor. Mientras tanto, Frodo y Sam continuan su camino hacia ... [+]
10 de junio de 2009
15 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
A día de hoy, pocos filólogos cuestionan la excelente técnica narrativa de Tolkien y el innegable peso en la historia de la literatura contemporánea de “El Señor de los Anillos”, considerado ya una de las obras cumbres del siglo XX. Se podría hablar largo y tendido del fantástico mundo inventado por Tolkien, de su depurada (aunque quizá algo recargada) técnica literaria, de la belleza de su prosa, de la profunda carga metafísica que emana de sus relatos o de su amplio conocimiento del alma y la psicología humanas, hábilmente plasmadas en sus personajes. Por desgracia, no es de Tolkien de quien estamos hablando, sino de Peter Jackson y su visión de “El Señor de los Anillos”.

Y es que Peter Jackson ha logrado, en mi opinión, un hito en la historia del cine: recrear de forma relativamente fiel la novela y a la vez extirparle toda la magia y transformarla en un vulgar producto de masas. Viendo estas películas, a menudo me he preguntado si de verdad esto era “El Señor de los Anillos”.

No hay ni rastro, en ninguna de las tres películas, del misticismo y la maravilla característicos en Tolkien. Jackson ha infantilizado la trama para adecuarla a los cánones para estúpidos de Hollywood. Y, por si fuera poco, la ha sobrecargado de pomposos efectos especiales, la mayoría totalmente fuera de lugar. Porque la trilogía es un compendio de fantasmadas insoportable. Cuando Tolkien hablaba de la asombrosa agilidad de los elfos, no creo que se refiriese a una capacidad innata para violar sistemáticamente las leyes de la física.

Igualmente, Jackson no ha sabido caracterizar a los personajes. Algunos, como Sam (un personaje muy interesante en la novela), son especialmente insufribles. Resulta casi imposible sentir la más mínima empatía por alguno de ellos. A cualquiera que no conozca la obra de Tolkien, la misión de Frodo y las aventuras de sus compañeros le tienen que importar una mierda, hablando en plata.

Sorprende la gran aceptación de la trilogía entre los amantes de Tolkien, habida cuenta de las “libertades” (palabra que se queda corta) que se toma Jackson en su adaptación. El director, por ejemplo, comete el grandísimo pecado de utilizar frases y diálogos enteros del libro pero sacándolos de contexto y alterando por completo su significado para ajustar sus películas a los estándares comerciales de Hollywood (como las palabras de Faramir cuando decide la suerte de Frodo).

Y es que la supuesta fidelidad hacia la obra de Tolkien es sólo superficial. Jackson cuenta más o menos lo mismo que sucede en el libro, pero lo cuenta como le parece, siendo incapaz de transmitir en sus películas una milésima parte de la maravillosa ambientación original. Porque la trilogía es una sucesión ininterrumpida de escenas de acción y poco más.

Como bien dijo Ludovico, Jackson ha convertido “El Señor de los Anillos” en un espectáculo de feria. Como película de acción, no está mal; pero como adaptación de “El Señor de los Anillos” no da la talla.
Héctor
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