Así como hay películas tradicionalmente sobrevaloradas por la crítica, existen igualmente auténticas joyas del cine, como Sunshine, injustamente maltratadas.

Muchos críticos no han sido capaces de rascar en la superficie de Sunshine y ver más allá de la premisa de la que parte, sosteniendo que el film carece de realismo, ya que es imposible que el Sol se extinga hasta dentro de cinco mil millones de años. Sí, los científicos calculan que el Sol tiene combustible para rato, pero, como bien dijo Danny Boyle, “el universo es impredecible”. No sería la primera vez que una teoría ampliamente respaldada es refutada o un nuevo descubrimiento obliga a replantearse el funcionamiento de un fenómeno determinado (de hecho, esto ocurre casi a diario). Por si fuera poco, ahora se sabe que las leyes de la física no son constantes a lo largo del espacio y el tiempo. Sí, el universo es impredecible. Y fascinante.

En cualquier caso, lo mismo da. Sunshine nos presenta esta posibilidad: el Sol se está muriendo y sólo una bomba podría reactivarlo. ¿Es realista? No, es ciencia ficción. ¿Es verosímil? Tal y como está construida la película: por supuesto.

Y es que las piezas de Sunshine encajan grácilmente entre sí para funcionar con la precisión de un reloj suizo. Sunshine cuenta con un sólido guión de ciencia ficción con tintes humanistas, una caracterización de personajes magnífica y un desarrollo fluido; todo ello mezclado en la proporción perfecta. Por lo general, Sunshine es respetuosa con las leyes de la física, aunque Boyle se toma ciertas licencias, sutiles pero majestuosas, para potenciar la estética de su obra. Así, el director inserta a menudo efectos sonoros en el espacio, que intercala magistralmente con planos de silencio absoluto, música y otros efectos, logrando una mezcla sobrecogedora. (Soberbia la escena del “desacoplamiento”).

Instinto de supervivencia, abnegación, sacrificio, compromiso, compasión. Sunshine plantea diversos dilemas éticos y cuestiones filosóficas realistas, sin caer en exageraciones o pedanterías y nos muestra además cómo un minúsculo error puede alterar significativamente el devenir de los acontecimientos e incluso decidir el destino del ser humano. Pero sin duda uno de los puntos fuertes de la película es la profunda caracterización de los personajes. Los tripulantes del Icarus II no son héroes, sino seres humanos sujetos a todo tipo de emociones en un entorno opresivo de frialdad tecnológica.

Por si fuera poco, Sunshine goza de una estética maravillosa, con una fotografía sublime y una puesta en escena hipnótica, mágica. Tan sólo un pequeño detalle le resta quizá verosimilitud, y es que los actores son jóvenes y guapos, tal vez en un intento del director de reforzar la estética omnipresente de las imágenes frente a la credibilidad de la cinta.

Con todo, que nadie se deje engañar por análisis superficiales y maniqueos, porque Sunshine es, sencillamente, una obra maestra de la ciencia ficción.