Media votos
6.3
Votos
3,662
Críticas
65
Listas
1
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de El Fauno:
7
6.0
24,557
Drama
Una poderosa historia de descubrimiento sexual e intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación entre el joven psiquiatra Carl Jung (Michael Fassbender), su mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) y Sabina Spielrein (Keira Knightley). A este trío se añade Otto Gross (Vincent Cassel), un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. (FILMAFFINITY)
28 de noviembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele asociarse a David Cronenberg con el llamado cine de la “Nueva Carne”, el de sus comienzos, aquel repleto de vísceras sangrantes y de cuerpos abiertos a una carnalidad muy física y al mismo tiempo viscosa, capaz de mostrar el feto de un niño deforme saliendo de un útero externo unido al vientre de una mujer, al mismo tiempo que relacionaba las deformidades físicas y extremas del cuerpo humano con oscuras emociones que navegaban en la mente y el corazón de quienes las sufrían.
Sus cuadros sangrantes suelen evocar emociones internas, normalmente de tendencias no muy sanas, o al menos, no del todo bien vistas por el resto de la sociedad imperante. El oscuro objeto de deseo ha sido algo afín a muchas de las producciones del cineasta canadiense, que ha ido evolucionando la forma de plasmar sus inquietudes en una pantalla, partiendo desde la más pura fisicidad posible, (siempre a través de las vísceras y del cuerpo humano evocadas éstas como un reflejo material de lo que bulle por dentro) hasta acabar convirtiéndolas en un estudio pormenorizado, puramente analítico e intelectual, carente de todo el arrojo y la crudeza de sus comienzos, de aquello que las personas anhelan secretamente para su propio placer; ocultándolo bajo un retrato socialmente aceptado de sí mismos que les lleva a engañarse continuamente, hasta que alguien ajeno a ellos acaba entrando en sus vidas para girarles la cabeza hacía el espejo, y acepten finalmente quienes son y qué es lo que desean, sin avergonzarse por ello en el camino.
Pienso en Deborah Harry en Videodrome, o en la última Keira Knightley de Un Método Peligroso. Ambas son los catalizadores de sus protagonistas, las que les destapan aquello que desean secretamente. El cambio de visión se produce, a mi parecer, en cómo Cronenberg muestra el proceso de aceptación que experimenta el personaje, en cómo cambia la transformación, cómo lo ha ido haciendo a lo largo de su carrera, empezando por un proceso físico que se materializaba en diferentes deformidades del cuerpo, (lo que normalmente daba lugar a escenas desagradables que encuadraban su película en el género del terror, aunque en esencia tuvieran más de estudio de caracteres humanos que de película de terror en sí misma) hasta acabar desembocando en un estudio aparentemente más convencional, emocional y carente de fisicidad alguna, de este proceso de aceptación del deseo oscuro que anida en todo ser humano.
Esta evolución hacia el convencionalismo, tal vez hacia el academicismo o el aburguesamiento, (como más de un conocido lo denominó al salir del cine), es el formalismo que impera en su último filme.Es por supuesto una evolución lógica si analizamos con atención sus últimas películas; Algo que se veía venir desde hacía no pocos años, tal vez desde el punto clave que supuso Una Historia de Violencia o incluso aventurandonos, la propia Spider.
sigue en spoiler-
Sus cuadros sangrantes suelen evocar emociones internas, normalmente de tendencias no muy sanas, o al menos, no del todo bien vistas por el resto de la sociedad imperante. El oscuro objeto de deseo ha sido algo afín a muchas de las producciones del cineasta canadiense, que ha ido evolucionando la forma de plasmar sus inquietudes en una pantalla, partiendo desde la más pura fisicidad posible, (siempre a través de las vísceras y del cuerpo humano evocadas éstas como un reflejo material de lo que bulle por dentro) hasta acabar convirtiéndolas en un estudio pormenorizado, puramente analítico e intelectual, carente de todo el arrojo y la crudeza de sus comienzos, de aquello que las personas anhelan secretamente para su propio placer; ocultándolo bajo un retrato socialmente aceptado de sí mismos que les lleva a engañarse continuamente, hasta que alguien ajeno a ellos acaba entrando en sus vidas para girarles la cabeza hacía el espejo, y acepten finalmente quienes son y qué es lo que desean, sin avergonzarse por ello en el camino.
Pienso en Deborah Harry en Videodrome, o en la última Keira Knightley de Un Método Peligroso. Ambas son los catalizadores de sus protagonistas, las que les destapan aquello que desean secretamente. El cambio de visión se produce, a mi parecer, en cómo Cronenberg muestra el proceso de aceptación que experimenta el personaje, en cómo cambia la transformación, cómo lo ha ido haciendo a lo largo de su carrera, empezando por un proceso físico que se materializaba en diferentes deformidades del cuerpo, (lo que normalmente daba lugar a escenas desagradables que encuadraban su película en el género del terror, aunque en esencia tuvieran más de estudio de caracteres humanos que de película de terror en sí misma) hasta acabar desembocando en un estudio aparentemente más convencional, emocional y carente de fisicidad alguna, de este proceso de aceptación del deseo oscuro que anida en todo ser humano.
Esta evolución hacia el convencionalismo, tal vez hacia el academicismo o el aburguesamiento, (como más de un conocido lo denominó al salir del cine), es el formalismo que impera en su último filme.Es por supuesto una evolución lógica si analizamos con atención sus últimas películas; Algo que se veía venir desde hacía no pocos años, tal vez desde el punto clave que supuso Una Historia de Violencia o incluso aventurandonos, la propia Spider.
sigue en spoiler-
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
No es algo que se le pueda reprochar, pues el manejo de Cronenberg a nivel técnico, sus intereses, en esencia, son exactamente los mismos.
La imagen ha ganado en pulcritud y elegancia, eso es indudable. Lejos quedan las imágenes algo sucias visualmente de filmes como Cromosoma 3 o El Almuerzo Desnudo, aquellas que plasmaban una especie de fantasía realista con una imagen que buscaba mucho más el impacto visceral, que la iluminación adecuada. O al menos era la sensación que transmitía.
En este último filme, los intereses de Cronenberg no han cambiado en absoluto, el concepto sigue siendo el mismo: algo morboso que anida dentro de todos y que de una forma u otra, debe expresarse hacia fuera, aunque sea a través de otra persona. Entiendo que la madurez es algo que acaba sacudiendo a todos los cineastas de diferente forma en un punto determinado de su carrera, evidenciando en ocasiones que el discurso se les ha agotado, y en otras que su estilo debe experimentar un cambio. Salvando las distancias en muchos aspectos, la pulcritud visual me recuerda vagamente al último Lars von Trier. Pero mientras en uno, considero que su discurso no ha perdido fuerza, y ha sabido adaptarse con acierto a una imagen y un estilo estéticamente más limpio, en el caso de Cronenberg no veo el mismo equilibrio. Me interesa su progreso hacia el plano puramente estético contrarrestando lo oscuro de su fondo; el avance hacia la plasmación de los procesos de aceptación de nuestros instintos más profundos de una manera mucho más contenida y emocional, y menos física y visceral como en su primera época. Sí, lo reconozco, soy más del segundo Cronenberg.
Un Método Peligroso es el culmen del esta segunda etapa, probablemente para muchos, la película 'menos Cronenberg' de David Cronenberg, la más impersonal y fría, aunque no sea una visión que comparta del todo. Como ya he dicho, lo considero una evolución lógica, pero ello tampoco quita para que considere que si es cierto que su academicismo ha estado demasiado presente en su último filme, mucho más de lo que la historia hubiera necesitado. Echo en falta algo más de arrojo, de visceralidad, y de instintos físicos. La balanza de la intelectualidad está rebosando hasta la última gota, y precisamente de lo que más se habla, el sexo, es de lo que menos se muestra. No se le pide al cineasta una exhibición de pornografía, pero en un filme que habla sobre el sexo y el subconsciente, y los deseos morbosos dentro de la mente humana, el exceso de intelectualidad resulta, si no desconcertante, cuando menos, algo contraproducente. Tampoco ayudan las continuas lecturas de cartas en voz en off, que rompen el ritmo de una manera alarmante por ser más abundantes de lo debido. Lo que se ofrece, en resumen, es interesante, pero echa por tierra lo que podría haber sido un trabajo valiente, y que juntara lo mejor de ambas etapas del cineasta, estilizamiento y formalismo, sí, pero en su justa medida y con algo más de desmelenamiento.
La imagen ha ganado en pulcritud y elegancia, eso es indudable. Lejos quedan las imágenes algo sucias visualmente de filmes como Cromosoma 3 o El Almuerzo Desnudo, aquellas que plasmaban una especie de fantasía realista con una imagen que buscaba mucho más el impacto visceral, que la iluminación adecuada. O al menos era la sensación que transmitía.
En este último filme, los intereses de Cronenberg no han cambiado en absoluto, el concepto sigue siendo el mismo: algo morboso que anida dentro de todos y que de una forma u otra, debe expresarse hacia fuera, aunque sea a través de otra persona. Entiendo que la madurez es algo que acaba sacudiendo a todos los cineastas de diferente forma en un punto determinado de su carrera, evidenciando en ocasiones que el discurso se les ha agotado, y en otras que su estilo debe experimentar un cambio. Salvando las distancias en muchos aspectos, la pulcritud visual me recuerda vagamente al último Lars von Trier. Pero mientras en uno, considero que su discurso no ha perdido fuerza, y ha sabido adaptarse con acierto a una imagen y un estilo estéticamente más limpio, en el caso de Cronenberg no veo el mismo equilibrio. Me interesa su progreso hacia el plano puramente estético contrarrestando lo oscuro de su fondo; el avance hacia la plasmación de los procesos de aceptación de nuestros instintos más profundos de una manera mucho más contenida y emocional, y menos física y visceral como en su primera época. Sí, lo reconozco, soy más del segundo Cronenberg.
Un Método Peligroso es el culmen del esta segunda etapa, probablemente para muchos, la película 'menos Cronenberg' de David Cronenberg, la más impersonal y fría, aunque no sea una visión que comparta del todo. Como ya he dicho, lo considero una evolución lógica, pero ello tampoco quita para que considere que si es cierto que su academicismo ha estado demasiado presente en su último filme, mucho más de lo que la historia hubiera necesitado. Echo en falta algo más de arrojo, de visceralidad, y de instintos físicos. La balanza de la intelectualidad está rebosando hasta la última gota, y precisamente de lo que más se habla, el sexo, es de lo que menos se muestra. No se le pide al cineasta una exhibición de pornografía, pero en un filme que habla sobre el sexo y el subconsciente, y los deseos morbosos dentro de la mente humana, el exceso de intelectualidad resulta, si no desconcertante, cuando menos, algo contraproducente. Tampoco ayudan las continuas lecturas de cartas en voz en off, que rompen el ritmo de una manera alarmante por ser más abundantes de lo debido. Lo que se ofrece, en resumen, es interesante, pero echa por tierra lo que podría haber sido un trabajo valiente, y que juntara lo mejor de ambas etapas del cineasta, estilizamiento y formalismo, sí, pero en su justa medida y con algo más de desmelenamiento.