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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Drama Una mujer, después de perderlo todo durante la recesión, se embarca en un viaje hacia el Oeste americano viviendo como una nómada en una caravana. Tras el colapso económico que afectó también a su ciudad en la zona rural de Nevada, Fern toma su camioneta y se pone en camino para explorar una vida fuera de la sociedad convencional, como nómada moderna. (FILMAFFINITY)
9 de mayo de 2021
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nomadland

Tenía verdadero interés por ver “Nomadland” por varias razones. Una de ellas porque desde que inició su andadura no ha hecho más que cosechar todos los premios cinematográficos en los que ha participado. Entre ellos 3 Oscar, 2 Globos de Oro, 4 BATFA y el León de Oro, lo cual provoca la comprensible curiosidad de cualquier cinéfilo.
Otra, porque me deslumbra el talento de Frances Louise McDormand, (“Three Billboards Outside Ebbing, Missouri”, “Fargo” o “Blood Simple” son algunas de sus películas que nadie debiera perderse), -actriz casada con Joel, el mayor de los hermanos Coen a los que también venero- y que pese a sus 63 años no ha hecho sino acentuar su brillo.
Y la tercera porque la dirige y escribe Chloé Zhao, una joven directora residente en EE.UU de origen chino y a la que descubrí en “The Rider”, cautivadora historia sobre los jinetes de rodeo y la azarosa realidad de un oficio oculto bajo las falsas luces de un electrizante espéctaculo.
Pero volvamos al origen. “Nomadland” nos habla de la soledad y la marginación de unos seres desencantados con un sistema que los explota durante años para después, una vez exprimidos, abandonarlos en sus márgenes con pensiones indignas, miserables; almas que buscan trabajos esporádicos con los que cubrir sus necesidades mínimas; algunos de ellos por avatares de la vida y otros por decisión propia, viven errantes en viejas caravanas o furgonetas lejos del bullicio de las grandes ciudades; encuentran consuelo terapéutico en la naturaleza a la que adoran como si de una nueva religión se tratara; se agrupan en improvisados campamentos situados a uno u otro lado de la América profunda en los que conviven temporalmente; al calor de una fogata, en las gélidas noches de Nevada, se desahogan desvelando ante sus compañeros los más recónditos y dolorosos recuerdos; intercambian objetos, se ayudan, apoyan y van reeencontrándose en su itinerante e incesante huída.
Y todo ello, lo expresa Chloé Zhao con delicada sensibilidad y ternura. Arropa a sus personajes con la delicadeza y el amor de una madre protectora, los envuelve con la cálida percepción de su mirada, los humaniza y logra transmitir al espectador todas esas inquietudes y carga emotiva que estos trashumantes desplazados soportan sobre sus espaldas.
Zhao ilumina la oscuridad bajo las estrellas de una bóveda inabarcable, fotografía crepúsculos y amaneceres de un belleza indescriptible y nos regala momentos inolvidables como la breve intervención de un viejo vaquero cantando e interpretando a la luz de la luna un blues en un piano tan ruinoso y destartalado como él mismo.
El poético y evocador final, condensa, como una bella metáfora, el espíritu de la película. Me recuerda la última escena de “The Searchers” con la que Ford cierra una de sus obras maestras. Desde el interior de una casa, la puerta se abre para mostrarnos una extensa llanura de cuyo horizonte emerge el desafiante perfil de las montañas. Y se me ocurre que tal coincidencia no es casual y que bien podría suponer una señal de profundo respeto y reconocimiento a la memoria de uno de los más grandes directores de la historia del cine.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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