Percy Fawcett nunca se dio por vencido.
Afirmaba según los documentos de un soldado portugués que unas coordenadas hasta ese momento inexploradas se encontraba las ruinas de una ciudad que era considerada como el mítico El Dorado, pero que él bautizó como ciudad "Z" en 1913.

A lo largo de su vida hizo varias expediciones con la esperanza de encontrar algo más, más allá de lo que había explorado hasta entonces en el Brasil. Desapareció en 1925.

Hombre de figura fascinante, con inclinaciones a caballo entre el misticismo y el historicismo, James Gray dirige esta apasionante película, ya que si es algo es apasionantemente cautivadora. Está rodada con ese suspense aventurero tan propio de las cintas de Indiana y de la arqueología más misteriosa que engancha de principio a fin. Por fin podemos ver a Charlie Hunnam sin esa careta de macarra que le acompaña desde hace varios años en su carrera, y ver al actor que realmente hay detrás de tanta actitud tan exageradamente histriónica y chulesca como en Hijos De la Anarquía o El Rey Arturo.

Si lo que quiere este actor es desencasillarse lo está consiguiendo. Pero le va a costar. Este ha sido el primer título en mucho tiempo junto a "La cumbre escarlata" en que consigue enseñar sus dotes de actor en roles diferentes.
El guión de la Ciudad Z está muy logrado para Fawcett, conjugación de visión, de dolor ante la partida, de dudas, de desprecio ante una teoría innovadora por parte de sus colegas historiadores arqueólogos y que le convierten en objeto de heroicidad, de burla y de perseverancia a marchas forzadas.

Adorado por su esposa, aquí jugada por Sienna Miller en un papel soso pero determinante, no pierde la película ese tono aventurero y casi irreal en el que se mueve. Gray lo logra.
Logra mantener el tono de entretenimiento con actuaciones como las de Robert Pattinson que sin ser un protagonista está creciendo como actor lo mismo que Hunnam probando más y más estilos diferentes. Gray no se pilla los dedos en ningún momento mostrando más de lo que debe. Pero la acción, la historia de amor, la aventura, la arqueología y la creencia de que hay algo más están ahí.
No sé si Fawcett era o no un farsante, yo considero que era un visionario. Un hombre demasiado avispado para su tiempo, demasiado inteligente y valiente que entregó la existencia que conocía hasta entonces para cambiarla por lo que creía que había en esa selva.