Me quito el sombrero ante las intenciones con que se ha rodado esta película.

Que exista la película en sí ya es un milagro, y ¿por qué? Pues porque no está hecha para que nadie se forre, sino en honor de Paul Newman y su labor en los campamentos Serious Fun Children´s Network preparados para que más de mil niños con cáncer puedan ser felices allí cerca de una semana que ellos ven como mágica.
Yo me compré el DVD, y nunca he estado más satisfecha con una compra.

¡Qué fácil es decir que esta película es mala! Que gratuito decir que su guión es simplón e idealista, cuando no lo es.
El protagonista es un desastre, representa el prototipo de chico que hay hoy en día por ahí, bebiendo, trabajando en lo que le sale cuando le da la gana, y teniendo al sexo y a los demás vicios como el juego etc. como mejores amigos, soñando con un mundo de chocolatina que parece no acabarse nunca.
Y sin embargo, tras la interpretación de Oliver Jackson-Cohen existe toda una realidad como un piano. La esperanza, la lucha, el compromiso a cambiar de vida, a pensar qué podemos hacer, el dar todo cuanto tenemos para ayudar, con lo que podamos será suficiente.

El reparto es bueno, descafeinado salvo por Jackson-Cohen y Jonathan Pryce, pero sus interpretaciones son correctas, lo que pasa es que no son Will Smith, Henry Cavill, Jason Momoa o Scarlett Johanson, ese es el problema. Un nombre. En una sociedad como la nuestra en que los nombres nos definen, esta película por contar con fines humanitarios y actores desconocidos en su mayoría y no tener un guionista como los de Hollywood ya es automáticamente una película B, o una de esas cursis y blanditas pelis familiares románticas relegadas para los sábados por la tarde en las cadenas públicas de la televisión.
Pero Paco Arango no necesita tener a figuras bajo su dirección, pues los actores han defendido de manera muy digna los personajes. Gran pareja la de Cecilia y Alec.