¿Qué se puede decir de la enésima versión cinematográfica de la novela de Charlotte Brontë?

Pues que la puesta en escena es impecable.

Que tanto el trabajo de la Wasilowska, como de Fassbender, Judy Dench o Jamie Bell también lo es, en la forzada contención que exige esta obra del romanticismo decimonónico británico.

Y, finalmente, que Fukunaga sabe dosificar con delicado acierto las luces, las sombras (y también las oscuridades) que, en la obra de Brontë, requieren las almas de unos personajes que sufren la reignación de una existencia concentrada en la búsqueda (más o menos activa o pasiva) del "otro" en su comprensión, por encima de los rígidos convencionalismos sociales de la época y, en definitiva, del amor.

Algo que, al fin y al cabo, ¿no es -en el fondo- lo que buscamos todos?

En resumen: buena oportunidad para interesarse (o revisar) el devenir de ésas pasiones tan necesarias para la vida, en un ambiente "tocado" por la rigidez del absurdo social que tan dura hace la comunicación y tan vital la resistencia frente a la adversidad y (por qué no), a ése miedo idiota del que tánto nos gusta rodearnos.