Es una de las mejores frases que alega el comandante Sully (un excelente Tom Hanks, despojado de su glamur) en su defensa, el factor humano ante el técnico y político comité para la seguridad aérea americana (NTSB), tras haber salvado milagrosamente a 155 pasajeros en el Río Hudson de una muerte casi segura, si hubiera seguido los protocolos de actuación para dirigirse al aeropuerto más cercano, que desobedeció confiando en su intuición y experiencia. Todos los estudios y análisis con todo el tiempo del mundo, no pueden equipararse a unos cuantos segundos en plena tensión, para escoger la mejor opción, en una situación de emergencia. Eastwood consigue con su maestría descriptiva, que empaticemos con un tipo normal y corriente, que no busca protagonismo ni el famoso “minuto de gloria”, es el último en abandonar el avión una vez que ha revisado todos los asientos, poniendo en juego otra vez su vida de quedar atrapado por el agua que le cubre hsta la cintura. Pese a no ser un film portentoso, el viejo zorro plateado de San Francisco nos transmite humanidad y emoción, dos de las constantes de su cine.

El film recuerda con nostalgia las viejas películas de catástrofes aéreas pero desde un punto de vista intimista y sin la aparatosidad de entonces, más bien es mostrada de forma introspectiva, es técnicamente muy buena, sus efectos especiales generados por ordenador son impecables y creíbles, su narrativa es fluida y amena. El accidente se nos muestra desde varios puntos de vista, en varios “flashbacks” puntuales elegidos por el propio cineasta en el montaje. Una historia real que nos invita a reflexionar sobre los caprichos del destino, que no suelen estar en nuestras manos, esta vez fueron una bandada de gansos, años más tarde un loco paranoico (Germanwings) con resultados nefastos, que hoy estamos vivos y mañana, ya veremos… La cita de Chaplin lo corrobora: “Vive cada día como si fuera el último”. Por otra parte asistimos a cómo la sociedad y los medios de comunicación te pueden convertir en segundos en un héroe, para pasar a ser un villano, mediante cualquier informe negativo sobre tu vida, utilizado de forma sesgada. Aunque el film tampoco renuncia a destacar el patriotismo americano, uniéndose desde todos los cuerpos sociales, policía, bomberos y navíos de recreo o ferrys turísticos para organizarse en socorro de las víctimas, dando la imagen de un pueblo fuerte y solidario.

Siempre que vuelo y han sido muchas veces, afortunadamente sin incidencias destacables, me encomiendo a Dios y la tripulación, cuando escucho por megafonía aquello de “cabin crew”, se que junto a mí vuelan gente profesional que tienen familia que les espera, una vez finalizada su jornada laboral, y que el destino de ellos está ligado al mío para un feliz trayecto. El resto es sólo la fatalidad del destino. Recuerdo una anécdota que sucedió cuando aquel loco estrelló contra los Alpes franceses un avión de Germanwings en el trayecto Barcelona-Dusseldorf. Al día siguiente de tan fatal accidente criminal, los pasajeros del vuelo Dusseldorf-Barcelona, estaban con cierto temor ocupando sus asientos, antes de partir, el comandante alemán que había volado en más de una ocasión con aquel miserable, tomó la palabra para tranquilizar a su pasaje: “Mi nombre es Frank Woiton, les prometo llevarles sanos y salvos a su destino”, luego algo emocionado continuó, “esta mañana le prometí a mi familia que volvería una vez terminada mi jornada para cenar junto a ellos”, el público aliviado, le correspondió con una sonora ovación. Tipos como este comandante y Sully son la mayoría, gente profesional que tiene una gran responsabilidad, del que dependen cientos de vidas incluyendo la suya, pero tienen quien los espera cada día.