Y es que por lo visto los espíritus de mujeres fallecidas a manos de sus maridos se unen en una casa para intentar salvar a nuestra protagonista de las manos de otro mal marido, otra vez a la palestra el feminismo "made in Netflix".
Nuestro protagonista masculino también escucha espíritus, pero claro, son malignos.
La metáfora final del tipo huyendo por el mar rumbo al purgatorio del mundo espiritual, donde será condenado por sus pecados, como en el cuadro, muy bonito y tal, pero además de predecible y pretencioso, ni sorprende ni cuaja.
La escena donde el marido infiel se acuesta con la chica joven, es verdaderamente lamentable. Se ponen a mojar el churro y al acabar, la chica se cabrea, no se sabe muy bien porqué, y empieza a barrenar que si conoce a los de su calaña, que si sé cómo son los tíos, que si por un polvo te voy a contar mi vida, que si todos son iguales...
Si pretendéis ensalzar el feminismo así, vais de culo cuesta arriba.
Pero vamos a ver "alma cándida", cierto que él es un infiel y un capullo, pero tú ya sabías que el tío estaba casado, que tenía una hija y que ibais a lo que ibais, a qué viene que por ponerse un poco romántico ya le saltes a la piel, encima después de mandarle a tomar viento, se monta en un caballo y se marcha galopando a través de las llanuras cual anuncio "por qué yo lo valgo". Penosa propaganda metida con calzador, por dios.