Los pájaros no tiene sentido. Es ilógica, tal y como lo pretende.

Por desgracia, su falta de sentido se cuela en la narración: Hitchcock era amigo de hacer pelis de dos horas y, fallo garrafal, aquí se mantiene absurdamente fiel a sus principios cinematográficos. A saber por qué, le da por brindarnos una primera mitad de la película que poco tiene que ver con su verdadero argumento, con su verdadera razón de ser, y que carece por completo de repercusión en la segunda mitad del filme. En lo que viene a ser Los pájaros, pura y duramente.

Es decir, que existe un largo y prescindible tramo de pequeña construcción de personajes y de relaciones entre ellos totalmente injustificado e inútil.

Fallo garrafal, como ya he dicho, que sirve de contención. De excesivo preludio al grueso de esta película, que consiste en el suspense por el suspense, el terror por el terror. El maltrato físico al que somete un grupo de aves a un pueblo, y el maltrato psicológico al que somete Hitchcok al espectador.

Para contar lo que se pretende contar, no es necesaria una explicación racional, cuya ausencia se ve venir desde el inicio. Sólo hace falta talento tras las cámaras, unos logrados (parece ser que aquí discrepo con muchos espectadores) efectos especiales y un buen grupo de actores. Buen hacer, en suma. Saber manejar recursos simples (imagen y sonido, básicamente) para lograr una obra cumbre en su género, y un clímax colosal.

Ni siquiera hace falta música (admirable decisión) para que esos fugaces primeros planos de gaviotas mordisqueando manos sangrantes acojonen.