Hacer reír es cada vez más un objetivo quijotesco.
La susceptibilidad insoportable de la gente, el yugo de lo políticamente correcto y un eterno desprecio por la comedia, convierten en blanco fácil al cómico bienintencionado.
Así, esta comedia es muy light pero no le quita mérito. El humor blanco se ha convertido en el más difícil de hacer pero también en el menos valorado. ¿En qué quedamos? Usted no quiere ofenderse pero tampoco se ríe con facilidad.
Esta película parece salida de los 90 y por eso no tiene buenas opiniones. La inocencia de entonces ahora se confunde con infantilismo, la amabilidad de entonces, con estupidez. Nos hemos vuelto agresivos y destructivos, y no hay lugar para la ingenuidad.
Sin embargo, la película es muy simpática y tenemos al gran Kelsey Grammer que siempre hace reír. Y un último juego de Andrew Sachs, famosísimo en UK por su camarero español de Fawlty Towers.
Se echa de menos esa alegría que suponía ver una película solo para entretenerse y salir del cine con una sensación de ligero optimismo y nada más.
Ahora todo es muy trascendente y el humor no encuentra su sitio porque nos tomamos demasiado en serio a nosotros mismos.