Tras dedicarse a algunas películas épicas de aventura y acción, a la par que a alguna rareza e inusitada comedia y a los grandes montajes escénicos para acontecimientos olímpicos o para atracción turística en paraísos naturales de China, donde desplegando grandiosas coreografías y colorido espectacular representaba historias tradicionales de cuento, leyenda y partes de realidad; Zhang Yimou regresa a la dirección del drama romántico intimista donde mejor se mueve. Ya mostró un conato de vuelta a los orígenes con "La búsqueda" cinco años antes, y aunque nunca ha abandonado del todo su introspección en los sentimientos, ahora nos suena más a quien encandilara antaño a crítica y público triunfando desde Berlín a Venecia pasando por Nueva York, Cannes o Los Ángeles.

Aquí vuelve a mezclar la belleza fotográfica y de composición de planos con los detalles cotidianos de gestos, miradas y pequeñas cosas que hacen poesía del arte cinematográfico. Esas pequeñas cosas que descubren sentimientos entre las personas y que Yimou demostró como nadie que sabe situar y rodar con emoción en los que posiblemente son sus dos más grandes trabajos: "El camino a casa" y "Ni uno menos".

Más próxima a esa primera en argumento y contexto entre la China rural y urbana de la revolución cultural maoísta de la segunda mitad del siglo XX, las líneas de la novela de Ai Mi como ya sucediera con la novela de Shi Bao, no sólo no pierden sino que ganan sentido poético. Y una vez más, es el personaje femenino central el que mejor explora el realizador aprovechando en este caso la buena interpretación de la joven actriz protagonista.

Entre coloridos campos de flores, con el transcurso de las estaciones bajo el espino, alternando con los grises y ocres de la ciudad, con hermosos y comunicativos planos de la pareja protagonista y el río con sus aguas como otro actor más, con secuencias donde hasta las ventanas parecen cómplices de los enamorados..., sentimos el paso del amor ingenuo al eterno. Así, aunque sin alcanzar quizás la sutileza, calor y profundidad de "El camino a casa", la película nos traslada también en cierto modo a casa, entre las pequeñas cosas que más importan y que -por qué no- de vez en cuando nos hacen aflorar alguna lagrimilla.