Pues mira que me he fijado durante toda la proyección y no he visto ninguna reja. He estado atento a todos los uniformes y no he visto a ningún vigilante penitenciario. He prestado toda la atención del mundo a la voz de Luis Tosar y no le he escuchado el acento y no le he reconocido la voz de Malamadre. ¿Y sabéis por qué? Porque esto no es Celda 211, esto es El Niño.


Me imagino que después de esta aclaración a la peña, (qué manía tiene la gente de amargarse una película pensando en otra, en fin) ya puedo centrarme en el trabajo de Daniel Monzón. No quise leer, ni escuchar nada acerca de la historia, simplemente me llegó que varias escenas serían rodada en mi isla, Gran Canaria. Y me ha encantado ver zonas muy características de ella en el film.

Comienzo por lo positivo, el comienzo es espectacular aunque muy acelerado, promete mucho si fuese en dicha línea, pero craso error. Haber muchos frentes y al final se quedan abiertos la mayoría de ellos. Las interpretaciones están correctas sin más, Luis Tosar no encaja en ese papel, a él le van la de tíos difíciles y aquí no lo noto que se encuentre cómodo. Jesús Castro ha hecho un trabajo interesante para su curriculum y para su cuenta corriente, pero muy pobre para aumentar su nivel como actor. Macho, no puedes tener la misma cara cuando te vas a cepillar a la morita, que cuando escuchas a su hermano o te persigue la policía. Parece un maniquí sin gesticular. Espero que cambie con la experiencia. Jesús Carroza está genial, pero le ha hecho mucho daño la cercanía de 8 apellidos vascos, donde la gente lo ve como un Dani Rovira de segunda división. A estos les recomendaría que vieran la filmografía del chaval y compararan dónde estaba Rovira cuando este ya hacía pelis. La ignorancia sigue siendo gratuita en este país.

Las escenas de acción son de una maravilla visual y de una dificultad máxima, en especial las del helicóptero. Me han faltado muchas cosas en esta historia. Me presentas a un tipo que tiene tratos con el inglés (quien maneja el negocio) pero del cual no sabemos, ni sabremos nada y cuando digo nada, es nada. Me enchufas a dos tíos en un negocio tan lucrativo como es el tráfico de drogas, como si de repartir folletos de publicidad se tratase. Entre medias me cuentas una historia de amor-odio, que vale que va con la historia, ya que la chica no solo es parte del negocio, sino que es la hermana del nuevo socio, el morito. Y cuando llega el desenlace, no hay ni una explicación de quien es quien y de el porque de esas escenas finales. No sé si fue pensando en dejar un final abierto o es que el repertorio de ideas llegó a su fin.

Quizás debamos esperar una segunda parte con un Niño más maduro.