Allá por mediados de los años 70 me cuenta mi santa madre que nos llevó a mi hermano y a mi a ver los diez mandamientos, imaginad a unos chavales con menos de 5 años sentados durante toda la proyección sin moverse y sin molestar mientras veíamos la película. Hoy día eso sería imposible, a la media hora cualquier niño comenzaría a incordiar o a comportarse indebidamente. En fin, cosas de educación y tal.

Recuerdo muchas escenas de la película que me traen buenos recuerdos a mis 44 años. Reconozco que soy un apasionado del cine que tiene que ver con las sagradas escrituras, ya que aunque no soy muy religioso, si me gusta ver reflejadas en imágenes esas grandiosas historias que se cuentan en la Biblia. Y lo cierto es que la historia de Moisés es de las mejores que se pueden llevar a la gran pantalla. Un mal augurio para el Faraón hace que ordene matar a todos los niños hebreos recién nacidos, pero la madre de Moisés lo introduce en una canasta y lo deja en el río mientras su hermana Miriam lo vigila, llegando así a la zona de baño de la hermana del mismísimo Faraón, donde lo acoge como hijo suyo y crece siendo un posible candidato a gobernar Egipto en el futuro. Sin embargo, siempre contará con el problema de su "primo" Ramsés, hijo legítimo del Faraón y aspirante también al reino. Moisés descubre que es hebreo y se va a vivir con su pueblo, de ésta forma es expulsado de Egipto y enviado al desierto, donde vuelve años después acompañado de su hermana Aarón y proclamando que viene en nombre del dios de los hebreos para liberar a su pueblo. La cabezonería de Ramsés lleva al pueblo egipcio a sufrir plagas negativas sobre ellos que harán replantear la situación al nuevo Faraón.

Cecil B. DeMille se atreve valientemente con una nueva versión de la historia después del experimento que el mismo produjo en 1923, ahora con más años, más experiencia y más presupuesto se marca una película de época, una superproducción de las de antes, de las de mover gente, hacer vestidos, crear localizaciones, en resumen, del cine que llenaba salas antaño y al cual acudían nuestros bisabuelos y abuelos y posteriormente nuestros padres.

La película a pesar de su extremada duración no te da oportunidad de aburrirte y teniendo en cuenta esas manidas escenas de largos diálogos, pero es tan rica en variedad que es imposible que te llegue a cansar. El ritmo es muy fiable y apropiado, yo no sabría decir que parte es la que me haya podido aburrir o cansar, en serio que no la encuentro. Ese continuo vaivén de emociones y situaciones es enriquecedora para el resultado final.

Las actuaciones son una maravilla, Charlton Heston está soberbio como principal protagonista, pero Yul Brunner le va a la par y me ha encantado un siempre cumplidor Edward G. Robinson.

Lo dicho, cine clásico de calidad muy recomendable.