Si me diesen un euro por cada vez que alguien me ha dicho que no conoce esta película, pero si reconoce al instante su banda sonora, ya habría pagado con creces la hipoteca de mi casa.

A pesar que desde mi humilde opinión de aporreador de teclas en esta web, El puente sobre el río Kwai no es la mejor película del director David Lean, reconozco que la suelo ver bastante a menudo porque me encanta. Sin dudas la historia no gira sobre un hecho que aconteció de forma real, aunque mucho de lo que en ella se cuenta si. El puente Kwai existe realmente y he disfrutado bastante leyendo sobre este asunto.

Pero vayamos al grano, desde un principio la película tuvo su mal inicio, desde las dificultosas localizaciones para grabar, hasta la construcción del dichoso puente que se vino abajo o el descalabro de la escena del tren, pero todo comenzó mucho antes, desde el primer momento que los guionistas pusieron la primera letra sobre el papel, ya que ambos guionistas estaban en la famosa lista negra de la Caza de brujas y no fueron premiados en primera persona con el Oscar de la Academia por tal motivo, cosa que acabó con el autor de la novela como premiado. Pero este a su vez no estaba feliz, porque en la película le habían cambiado el final que era lo realmente grandioso bajo su punto de vista de su excelente trabajo.

Si me centro en la película bajo el rigor histórico bélico de la época, hay cosas que efectivamente concuerdan con la realidad, como que los altos mandos japoneses obligasen a los mandos militares prisioneros a trabajar, pero de ahí a ver lo light de su reacción va un mundo. Los japoneses eran sádicos y asesinos y no respetaban las normas sobre estos asuntos y quien no obedecía era ejecutado inmediatamente, sin pestañear. Nada de meterte en un cuarto al sol y esos castigos que vemos en la película de Lean. Incluso bajo amenaza de ser invadidos por el enemigo, tenían la orden de acabar con la vida de todos los prisioneros. Aquí solo vemos esto reflejado a la hora de los trabajos físicos, todo lo demás se aleja bastante de la realidad y es una pena, porque los ingredientes eran los perfectos para ver algo que nos transportase a principios de los 40.

La cuestión a la que hacía hincapié el autor de la novela, no era precisamente al trato recibido bajo el cautiverio, sino al orgullo británico por demostrar a los japoneses que ellos estaban muy por encima en todos los sentidos de sus captores, llevando este asunto hasta el dilema final que no desvelaré para no fastidiar a aquellos que no hayan disfrutado de dicha película.

Lo dicho, a pesar de que podría ser mejor, la sigo considerando una grandísima película.