De Gus Van Sant puedes esperarte un film digno; digamos que no te engaña, que te ofrece un par de horas de un entretenimiento sano con algo de mensaje por el medio. Esto es básicamente lo que nos encontramos en la presente película del director de Kentucky. La de un alto directivo de una multinacional de las perforaciones de gas, acostumbrado a codearse con granjeros poseedores de terrenos dignos de ser agujereados para su prospección con tal de conseguir una contrato.

La verdad es que el transcurso del film es casi tan tranquilo y bucólico como el pueblo en que se desarrolla la acción. Extraña, eso sí, que un aguerrido directivo norteamericano sea conscientemente ajeno a lo que puede suponer agujerear sin ton ni son las tierras de unos pobres campesinos; aunque la verdad sea dicha, tanta ingenuidad lo hace francamente entrañable, y aquí me paro para no revelar detalles significativos de la historia. En definitiva, si tenemos en cuenta el paupérrimo panorama cinematográfico actual, después del vendaval que suponen los oscars, este film es una digna opción a la hora de elegir una película en el momento de mirar la cartelera, nos devuelve el dinero y el tiempo empleados, pero no mucho más, que conste para que nadie se sienta engañado.