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Voto de Andrés Forcelledo:
10
Drama América, años 40. Don Vito Corleone (Marlon Brando) es el respetado y temido jefe de una de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Tiene cuatro hijos: Connie (Talia Shire), el impulsivo Sonny (James Caan), el pusilánime Fredo (John Cazale) y Michael (Al Pacino), que no quiere saber nada de los negocios de su padre. Cuando Corleone, en contra de los consejos de 'Il consigliere' Tom Hagen (Robert Duvall), se niega a participar en ... [+]
30 de agosto de 2006
6 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde ese primer cuadro, “Yo creo en América...”, del calvo sepulturero; hasta el último, cuando Kate ve, como su esposo es condecorado con el titulo de padrino y Peter Klemenza exclama, después de besar la mano del nuevo Padrino: “Don Corleone...”, es un experiencia maravillosa. En ese momento nace una leyenda en la historia del séptimo arte. Personalmente fue un momento existencial, lo cual me convirtió en un cinéfilo.

Y pensar que nadie quería a Marlon Brando, para el papel de “Don Vito”. Es que los genios como Brando, nunca fueron fáciles de domar y bien lo supieron los directores y productores de la época. Gracias a algunos acuerdos conseguidos por el propio director, Brando, pudo continuar en la filmación.

Algo parecido ocurrió con un joven Al Pacino, que sorprendió a tiempo a los productores, quienes no le querían, por no ser un actor conocido. Incluso pensaban cambiarlo, por un actor más famoso. Entonces vino el milagro, aquella memorable escena del asesinato de Sollozzo y McCluskey en el restaurante. Fue cuando todos quedaron con la boca abierta y creyeron en Al. Por otra parte, la dirección de Coppola, también fue cuestionada, hasta el punto de ser supervisada, en el caso de despedirlo, esto, porque no lo consideraban un director de acción. Sino se hubiera dado esta lógica, de los actores que correspondían. Un excelente guión, aportado por Mario Puzo (la gracia es leer el libro) el cual fue perfectamente adaptado en las manos de Coppola. La música de Nino Rota, siempre aportando, esa sensibilidad asociada a la imagen. Sin esa perfecta sincronización de las piezas del engranaje, eso si hubiese sido un crimen, peor que los crueles asesinatos del film.
Andrés Forcelledo
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