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Voto de Normelvis Bates:
6
5.8
1,258
Comedia. Drama
Comedia que se centra en las relaciones que se suscitan entre seis personajes, tres hombres y tres mujeres, con personalidades muy diferenciadas. Uno de ellos se muestra muy seguro de si mismo, otro confía en la seguridad de su matrimonio y el último es un hombre inteligente pero inseguro. Ellas, por su parte, conforman un trío formado por una mujer insatisfecha, otra con tendencias lésbicas y una tercera que se ve obligada a replantearse su vida. (FILMAFFINITY) [+]
13 de julio de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
De no ser porque la única música que se escucha en ella, y sólo para abrirla y cerrarla, es esa chirriante versión a cuatro cellos del “Enter sandman” de Metallica a cargo de Apocalyptica, esta peli podría pasar, a ratos, por una obra del mismísimo Woody Allen. Una simple mirada superficial a su ambientación y tipos trae enseguida el recuerdo inconfundible de la mano del maestro: en espaciosos apartamentos, en galerías de arte, en cafeterías, en los vestuarios de un gimnasio, entre los estantes de librerías, un patético hatajo de personajes desorientados, obsesionados por el sexo y atrapados entre la teatralidad social de las relaciones humanas y las auténticas pulsiones que laten en su interior, hablan y hablan acerca de sus frustraciones y deseos íntimos, prisioneros de una infelicidad que creen poder aplacar bajándose los pantalones y llegando de un modo u otro al orgasmo. Follar, esa es la cuestión: el coito como bálsamo de todas nuestras miserias.
El retrato de esas ruinosas parejas atrapadas en la rutina y la mentira y de esos dos personajes satélite, encarnados por Jason Patric y Nastassja Kinski, que picotean, desde órbitas opuestas, en la inautenticidad de sus relaciones es ciertamente inmisericorde. Neil LaBute se recrea en el retrato descarnado de unas carencias emocionales y comunicativas que llevan a estos seres a rehuir, cada cual a su manera, la raíz última de su insatisfacción y a cifrar su felicidad en la mera culminación del acto sexual. Hay quien se refugia en la masturbación, quien lo hace en una insufrible locuacidad, quien en el adulterio melindroso, quien en la asunción vergonzante de su bisexualidad, quien en un papel de macho castigador, pero, por distintos que sean los caminos que elijan, todos los figurantes de esta farsa acaban llegando, tras sortear como pueden sus propias inseguridades, al mismo espejismo de autocomplaciente egotismo.
Y ya que hablamos de caminos, la sensación final que deja esta película es precisamente la de atajo. Da la impresión de que LaBute trata de llegar al mismo destino de las pelis de Allen ahorrándose un buen trecho de trayecto: la ausencia casi total de música, de giros dramáticos o de toques de humor, el lenguaje más agresivo o crudo en los diálogos o la pintura cruel de unos personajes perfilados a través de sus defectos parecen responder a ese propósito. El problema es que, a pesar de lo que es moneda corriente creer hoy en día, usar un vocabulario más directo o atrevido no es garantía de ser más agudo o hiriente, y acolchar la acción con suaves piezas de Gershwin o Cole Porter o humanizar a los personajes mediante la risa o la ligereza no tiene por qué responder forzosamente al deseo de dulcificar el resultado final. LaBute consigue una peli aceptable, pero le faltan la sutileza y el sentido artístico del maestro, ese dominio del oficio que marca la diferencia entre una gran obra de arte y un cuadro, parafraseando a uno de los protagonistas, interesante pero algo torcido.
El retrato de esas ruinosas parejas atrapadas en la rutina y la mentira y de esos dos personajes satélite, encarnados por Jason Patric y Nastassja Kinski, que picotean, desde órbitas opuestas, en la inautenticidad de sus relaciones es ciertamente inmisericorde. Neil LaBute se recrea en el retrato descarnado de unas carencias emocionales y comunicativas que llevan a estos seres a rehuir, cada cual a su manera, la raíz última de su insatisfacción y a cifrar su felicidad en la mera culminación del acto sexual. Hay quien se refugia en la masturbación, quien lo hace en una insufrible locuacidad, quien en el adulterio melindroso, quien en la asunción vergonzante de su bisexualidad, quien en un papel de macho castigador, pero, por distintos que sean los caminos que elijan, todos los figurantes de esta farsa acaban llegando, tras sortear como pueden sus propias inseguridades, al mismo espejismo de autocomplaciente egotismo.
Y ya que hablamos de caminos, la sensación final que deja esta película es precisamente la de atajo. Da la impresión de que LaBute trata de llegar al mismo destino de las pelis de Allen ahorrándose un buen trecho de trayecto: la ausencia casi total de música, de giros dramáticos o de toques de humor, el lenguaje más agresivo o crudo en los diálogos o la pintura cruel de unos personajes perfilados a través de sus defectos parecen responder a ese propósito. El problema es que, a pesar de lo que es moneda corriente creer hoy en día, usar un vocabulario más directo o atrevido no es garantía de ser más agudo o hiriente, y acolchar la acción con suaves piezas de Gershwin o Cole Porter o humanizar a los personajes mediante la risa o la ligereza no tiene por qué responder forzosamente al deseo de dulcificar el resultado final. LaBute consigue una peli aceptable, pero le faltan la sutileza y el sentido artístico del maestro, ese dominio del oficio que marca la diferencia entre una gran obra de arte y un cuadro, parafraseando a uno de los protagonistas, interesante pero algo torcido.