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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Drama Narra las ajetradas vidas de unos agentes inmobiliarios de Chicago que intentan sobrevivir en un mundo altamente competitivo y un mercado en plena depresión. A pesar de la situación, reaccionan siempre con unos escrúpulos y una solidaridad admirables. (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2009
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguro que esta escena os suena: en pleno verano llaman al timbre a la hora de la siesta, os arrastráis adormilados hacia la puerta y en cuanto abrís os topáis con una inmensa dentadura en posición de sonrisa y un maletín negro y una voz cantarina que os pide humilde pero firmemente permiso para entrar, sólo será un momento y no hay compromiso alguno, caballero, es más, sólo podéis salir ganando, de hecho algo os caerá ya, podéis estar seguros, antes de cerrar la puerta, un libro o un reloj o una consola norcoreana, y antes de que os deis cuenta la dentadura sonriente y el maletín y la voz cantarina estarán cómodamente sentados en vuestro salón, qué bien decorado, por cierto, y con cuánto gusto, y qué guapos los niños, qué lástima que tengan que vivir sin enciclopedia en CD-ROM, con lo monos que son y qué tontos se quedarán los pobres, ande, ande, firme ahí, en la línea de puntos, hágalo por ellos, por su futuro, así, así, muy bien, no se arrepentirá, caballero.
¿Quiénes son esta gente? ¿De dónde salen? ¿Tienen familia, parientes, algo parecido a unos amigos? ¿Qué o quién les empuja a salir a la calle? ¿Qué ven en nosotros, en nuestro nombre en la línea de puntos, un coche, un juego de cuchillos, la posibilidad de perder su empleo?
Quince años antes de que nadie pensara siquiera en la posibilidad de inventar expresiones como “crisis Ninja” o “hipotecas basura”, James Foley rodó este estupendo drama exclusivamente protagonizado por hombres, que parte del mismo supuesto argumental que “¡Viven!”, con la única diferencia de que en vez de un avión estrellado en los Andes el escenario es ahora una claustrofóbica oficina inmobiliaria rodeada de lluvia y oscuridad y taladrada por el incesante sonido de un tren elevado, en que unos pusilánimes y derrotistas comerciales son empujados por un hijo de puta memorable, encarnado, en una breve pero volcánica intervención, por Alec Baldwin, a devorarse entre ellos para sobrevivir. Y para defenderse, hacen lo único que saben hacer bien: hablar, hablar y hablar. Esto da pie, por supuesto, y más teniendo en cuenta los nombres que aparecen en el reparto, a un auténtico recital interpretativo, del cual sale victorioso un enorme, profundo, conmovedor (por lo patético y mezquino del personaje que compone) Jack Lemmon, en uno de los grandes papeles de su carrera. Lo suyo tiene, además, el mérito añadido de que todos los actores están, de hecho, magníficos, desde el rastrero Spacey al apocado Pryce pasando por el agobiado Arkin, el esquinado Harris o el altanero Pacino, más comedido de lo habitual y recién salidito de la misma peluquería que Jesús Hermida.
Resumiendo: de obligado visionado para amantes de los duelos interpretativos de altura, buscadores de piso que quieran saber qué hay detrás de una firma en la línea de puntos y aspirantes a comerciales con ganas de empezar a conocer el abecedario básico de esta profesión.
Normelvis Bates
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