Lo que Pixar consiguió con esta película es un logro incalculable, y el éxito está en que funciona en todos los niveles posibles: primero como película muda (los primeros 40 minutos son tan perfectos que me dejaron sin palabras), como alegoría post-apocalíptica y crítica (hacia la sociedad de ahora, de ayer y de mañana y al ser humano en general), como historia de ciencia ficción (bastante decente teniendo en cuenta que se dirige a los más pequeños, aunque a más de un padre le habrá tocado dar explicaciones), como comedia (hay momentos bastante ingeniosos y vas a soltar más de un par de carcajadas) y como historia de amor (los ojos de Wall-E proyectan más amor, ternura y pena que ningún actor que yo haya visto jamás, y su cortejo hacia Eva es cuanto menos entrañable, creando una de las "relaciones" más puras que he contemplado en pantalla).
Leí hace tiempo, cuando salió la película, una crítica que decía que tras salir del cine, uno tenía la sensación más rara, la de haber visto en Wall-E un clásico imperdurable. Pues bien, suscribo esas palabras, esta película es de las que se hablará dentro de mucho tiempo, y con todo merecimiento.