Basada en la obra teatral del mismo nombre de David Mamet, quien también escribió el guión.

Una firma subsidiaria de una gran empresa de bienes raíces llega un ejecutivo enviado desde la central, donde al parecer cunde la alarma debido al bajo número de ventas. Los vendedores se quejan de la baja calidad de los referidos que le son otorgados.

Dichos referidos son nombres y números de teléfonos de clientes potenciales para la compra de propiedades y tendrán una importancia clave en la trama. Así pues la tarea de los vendedores es vender propiedades que quizás no valgan mucho a clientes que no están dispuestos a comprar.

Entonces se lanza un reto muy tentador para todos los empleados: el mejor vendedor será recompensado con un auto de lujo, un “Cadillac”, el segundo más eficiente con un juego de cuchillos y el que menos venda será despedido.

De ese modo los vendedores serán puestos en una situación límite que sacará lo peor de ellos mismos. Los vendedores empiezan a tenderse trampas, y a hacer lo que sea necesario, incluyendo el robo de clientes, para conseguir el éxito.

Ninguna búsqueda del éxito debiera ser forzada, pero en un sistema en que reina el dólar lo es todo. Una vez realizada una venta, por muy jugosa que sea, no hay tiempo para el descanso. Hay que vender. Siempre. Al precio que sea. Es la adaptación moderna de vender o morir, el lema del vendedor moderno.

“Glengarry Glen Ross” es una terrible muestra de la presión a la que ven sometidos muchos tipos de vendedores (en este caso de bienes raíces) en su continua, triste y nunca satisfecha búsqueda del éxito en forma de ventas.

La película tuvo un presupuesto $12,5 millones y genero por venta de taquillas la cantidad de $10,7 millones en Estados Unidos solamente, además recibió siete nominaciones a diferentes premios y/o festivales de cine, de los cuales gano tres de ellos.