El género musical es bastante complicado, quizás por costumbre o por lo complicado que es trasladar el lenguaje musical al cinematográfico. En la inmensa mayoría de los casos una canción o un número musical parece que tienen como única finalidad distraer el público con bailes, coreografías y cancioncillas pasteleras. En ocasiones resultan pasables este tipo de cintas si se reducen al máximo los números musicales para no entorpecer la película en si. Es como en la filmografía de los hermanos Marx en la que suelen incluir alguna pieza musical como un intemezzo pero que no es más que un pegote en medio de la comedia.

Por eso "Evita" no sólo se enfrenta con el poco atractivo género musical sino que además lo hace a lo grande, con cero diálogos. Salvo alguna frase al principio, el resto es en exclusivo cantado. En principio, un auténtico tostón. O sea, el más difícil todavía. Pese a todo, Alan Parker se atreve ante este doble reto (triple si añadimos lo complicado de realizar una historia biográfica) obteniendo un resultado más que meritorio.

No se si por mérito de Alan Parker (a estas alturas no vamos a descubrir la genialidad de este director extrañamente infravalorado) o del propio musical de Brodway o ambos a la vez, lo cierto es que los 136 minutos no parecen muchos. "Evita" se "lee" con facilidad y junto a una narración bastante clásica, sin estridencias, un conjunto excelente de canciones y de números musicales (incluyendo hasta guitarras eléctricas) hacen que el visionado resulte agradable. Pero es que además las canciones no salen por azar sino que son la base de la narración, son las que explican lo que está sucediendo o lo que están sintiendo los personajes.

Y pese a que el género no suele gustar, y que el tándem Evita-Perón goza de escasa simpatía por parte de un servidor, gracias a la intensidad emotiva que sabe imprimir Alan Parker en los momentos cumbre, "Evita" consigue hasta arrancarte alguna lágrima. En cierto modo el director acaba redimiendo a un personaje principal al que anteriormente ha puesto en la picota, hasta el punto de hacer que el espectador empatice con ella, y eso que personalmente la he estado criticando hasta veinte minutos ante de que acabe la cinta.