Quien haya leído "Contrahistoira del liberalismo" de Domenico Losurdo entenderá que la esclavitud, lejos de ser una rémora de tiempos pasados que se mantiene por arcaísmo en los tiempos modernos, es consustancial al inicio y desarrollo del liberalismo. Esa unión de libertad y esclavitud nos puede parecer extraña pero es la que se da precisamente en los Suristas. No en vano un Calhoun o un Lord Acton creían que la verdadera causa de la libertad estaba, como no, en el Sur y no en los yankees nordistas. Por eso los Estados Unidos, como cuna de la libertad, han glorificado al Sur en multitud de películas, empezando por "Lo que el viento se llevó" y terminando por esta "La esclava libre".

El quid de la cuestión está en que la esclavitud es presentada como buena si bien hay propietarios malvados. En cambio, nuestro punto de vista es el contrario, la esclavitud es mala aunque puede haber dueños buenos. Toda esta parrafada viene porque Raoul Walsh pretende defender una causa indefendible y por eso su personaje es incoherente, tonto y raro. Porque si es tan bueno con los esclavos podría sencillamente emanciparlos y asunto concluido. Pues pese a esa salida tan fácil y digna se empeña en justo lo contrario máxime si tenemos en cuanta su pasado (SPOILER).

Reconozco que el planteamiento de "La esclava libre" es interesante aparte de morboso. Pero la situación no es explotada principalmente por el personaje de Clark Gable demasiado sobrado, demasiado frío con ella y demasiado viejo. De esta forma no hay la tensión sexual (él es un galán que las tiene a patadas) que se percibe en obras como "Cuando ruge la marabunta", ni una historia mínimamente romántica sino sosa y bastante forzada.

Junto a Clark Gable, Yvonne De Carlo, aunque guapa, tampoco se comporta como debiera. Sencillamente su postura es tan altiva al principio como humillante al final. No me gusta. Claro que para no gustar el personaje de Sidney Poitier (¿Hijo de Gable?) al que se quiere desacreditar. La historia hubiera sido el romance de Poitier con la de Carlo, eso hubiera sido fuerte. Pero nada de nada.

Por su parte, Amantha Starr, se dedica a ir de un lado para otro, encontrando pretendientes por un tubo, pero tratados todos ellos de un modo en exceso burdo con la intención de desacreditar todas las posturas que no sean la del "caballero sudista", eso si, esclavista y con amantes esclavas pero que se entregan a él porque quieren, porque, no lo olvidemos, es un caballero.