De las muchas versiones que se han realizado de la sugestiva novela de Gastón Leroux publicada en 1909, podemos citar la de 1925, la de 1943, o sea, ésta, la de 1962 o la del 2004, sigo sin encontrarme una que sea un reflejo fiel del original. Es una pena porque el libro es muy bueno y la historia, no sólo está narrada de un modo perfecto para trasladarla tal cual a la gran pantalla sin modificaciones ni tampoco números musicales, sino que es bella. Mezcla de romance, aventura, terror y drama, espera al Coppola que haga lo mismo que hizo con Drácula.

La que nos toca ahora alcance el mínimo si la vemos con buenos ojos, que es como lo he hecho yo. Arthur Lubin introduce importantes cambios, desde el origen de los personajes a los galanes pasando por la ambientación en la Francia del III Imperio, diría que en la década de los 50, aunque sin tocar el núcleo esencial. Eso sí, sustituye cualquier conato de miedo, que se supone que tiene, por un humor inocente pero efectivo. Claro que con lo que me he reído ha sido con algún comentario que otro como ese de "tantos crímenes en nombre de la música".