Por desgracia, este el cine que gusta a ambos lados del Atlántico, Oscar a la mejor película de habla no inglesa y globo de Oro por un lado, Palma de Oro y premio César, entre otros muchos, por el otro; un cine que se basa en la exhibición más primaria, obvia y fácil de los sufrimientos, miserias o vergüenzas humanas. En este caso, el camino entre la enfermedad y la muerte de un matrimonio de ancianos. "Amor" es incómoda por su temática, extremadamente fría por su estilo y un peñazo como entretenimiento. Por ejemplo, la combinación de planos largos, silencios y monotonía, el 90% o más del metraje transcurre en una vivienda, es demoledora para el pobre espectador. Ahora bien, prescindiendo de la forma, Michael Haneke pretende lanzarnos una diatriba sobre el amor, ese es su título, que no se cree nadie, ni siquiera los protagonistas. O a lo mejor sí, pero entonces hay que sentir pánico por la "sensibilidad" de Haneke, más cercana a la de los psicópatas que a la de las personas normales.

Dicho esto, el largometraje tiene una recta final inesperada. A mí me ha llegado a descontar por el giro "maestro" aunque también, porque el osco marido, Georges (Jean-Louis Trintignant), literalmente desaparece, me gustaría saber qué pasa con él. Como no conviene dar pistas, os remito al SPOILER. Eso sí, su película se desinfla por completo con esta salida de tiesto. Pero es que, aunque nos olvidemos de ello, "Amor" se queda en nada, ni drama, ni tragedia, ni crítica social, ni ensayo filosófico. No hay conflicto de ningún tipo, estos señores tienen el suficiente dinero como para permitirse contratar a una enfermera o similar, aunque no para una televisión, como muchos decís, ni siquiera se debate sobre la eutanasia, el amor o la necesidad de seguir viviendo o no. A mí en realidad, estos argumentos de "vidas inútiles" o que "no merecen ser vividas" me recuerdan mucho al nazismo, una doctrina que es rechazada por todos pero que ha colado algunos de sus principios en el pensamiento moderno.