Después de los dos intentos de Raja Gosnell. "Los pitufos" (2011) y "Los pitufos 2" (2013), que mezclaban actores de carne y hueso con animación por ordenador, nos llega con "Los pitufos: la aldea escondida" la adaptación en dibujo animado de la franquicia más conocida de Peyo, es decir, de "Los pitufos". Hay que decir de todos modos que se ha realizado enteramente a ordenador pero como que no molesta porque han tratado de representar las imágenes de los dibujos animados, no seres humanos, animales o pitufos de verdad, así que les han salido bien. De hecho, los paisajes son muy llamativos y esos conejos que se iluminan en la oscuridad son muy monos.

Sea como fuere, el mayor aliciente era comprobar si realmente "La aldea escondida" corroboraba la acusación de David Bernal, de "Cinemanía", la de ser "fiel al espíritu original". Pues en parte en sí pero tampoco demasiado. Por ejemplo, Fortachón no es el típico cachas de instituto que a veces se insinúa o Filósofo es realmente más pedante de lo que aquí aparece. Sin embargo, la transformación más obvia es la de Pitufina, que de dulce, hacendosa, pasiva, sexy y femenina damisela en apuros, ha pasado a ser una chica activa, que no necesita ser salvada, sino que ella es la que salva. Está claro que en estos tiempos de rabioso feminismo no podía ser de otra forma.

Dicho esto, la película como digo, y pese a algunos tics del siglo XXI, mantiene más o menos la ingenuidad del cómic, luego dibujo animado original. Como dicen, no deja de ser un capítulo de los de antes pero alargado. Aventura, humor, un poco de superación personal y algo de sentimentalismo y romance, aquí queda claro el amor especial de Fortachón por Pitufina. Todo algo simple, fácil y previsible, estaba claro quiénes serían los habitantes de la aldea escondida, pero con cierto encanto. Además, Kelly Asbury, que aunque tiene nombre de chica es un señor con barba, ha tenido el acierto de darle el protagonismo a los pitufos más famosos y queridos. A pitufarla.