Aunque dicen que las comparaciones son odiosas, resulta inevitable establecer equivalencias entre esta "Conan el bárbaro" de 2011 y la gran película de 1982. Aunque a decir verdad, no son ni mucho menos iguales pues por ahí anda la trama de la máscara y la sacerdotisa que no existe en la original. Lo que pasa es que cuando coinciden, la que dirigiera John Milius está a años luz del esperpento que nos ha preparado Marcus Nispel. En realidad esta última se reduce a una historia en la que Conan es simplemente un bruto que se pasa media película en constantes escenas de acción muy mal rodadas, algunas de ellas absurdas, como todo el final (SPOILER). Todo muy plano, con un argumento lleno de casualidades imposibles y sin la más mínima sombra de la mística, épica o virtuosismo artístico, de la asombrosa belleza y de la forja de un héroe que tiene la que protagonizara Schwarzenegger. En fin, una obra muy para adolescentes algo flipados, con muchísima sangre, nada de humor (cosa a lo que invitaba la presencia de la chica) y poco cerebro.

Como decía, el argumento sí que es novedoso lo cual no quiero decir que sea bueno, que no lo es. Para empezar la máscara es una verdadera porquería. Nada más empezar te cuenta que unos bárbaros vencieron a su dueño, cuando ya había conquistado todo el mundo civilizado, y la rompieron. Pues ¡leñe!, tanto poder no dará cuando cuatro salvajes derrotan al hombre más poderoso del mundo. Luego al final de la película se confirma la inutilidad de la misma. Por otro lado, mucho Conan pero la que demuestra ser una máquina es Tamara (una guapa Rachel Nichols), que porque lleva un cuchillito sólo, que si le dieran una espada se carga más que el cimerio. Puestos a sacar fallos a esta "Conan el bárbaro", la ambientación supone un auténtico pastiche histórico. Se supone que estamos unos cuantos años de Jesucristo. Pues no se les ocurre otra cosa que poner unas columnas griegas por aquí, un templo indio o khmer por allí, unos arcos apuntados árabes o persas cuando toca. En definitiva, una mezcla de estilos históricos sin ton ni son incluso en la estética, el arte y el vestuario, de todo, menos algo original que se supone anterior a todas esas culturas.

Pese a lo dicho, hubiera perdonado a Marcus Nispel si no hubiera sido tan burro de ponerme una bruja con una aspecto totalmente monstruoso, Marique (una Rose McGowan no obstante, aceptable), si bien hay que decir que las botas de piel rojas que lleva al principio no están mal. Lo mismo podría decirse del trajecito pseudo-turco y sus botas altas marrones, tirando a amarillas, que lleva Tamara en cierto momento, por más que su tacón sea tan mínimo que casi no existe. Mientras tanto pensaba que si en vez de esta bruja me ponen a otra verdadera arrebatadora, como manda la tradición brujeril, el argumento se volvería tan morboso que, quizás por eso, los creadores actuales lo rechazan. Imaginaos en el papel de Marique a, por ejemplo, Alexandra Breckenridge pero en vez de ese look tan horroroso, otro que potenciara su belleza. Yo automáticamente mando a paseo a Conan y me hago seguidor suyo (ya puestos, habría que cambiar el personaje para que fuera un poquito buena y claro, el desenlace, je, je, je). Qué diferente sería, por ejemplo, la secuencia en la que hace aparecer unos monstruos lanzando una especie de arena al suelo y luego soplando como si diera un beso. Vamos, que sin ningún tipo de magia de por medio, yo hubiera caído de rodillas vencido ante tal gesto de tan exuberante villana.