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Voto de Reaccionario:
6
20 de diciembre de 2013
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La otra cara del crimen"... y qué cara: la de la guapa Charlize Theron, a pesar de llevar el pelo corto. Con esto no quiero decir que haga de mala, buena o regular sino reflejar lo primero que se me vino a la cabeza cuando vi el título. Hablando más en serio, la película tiene clase y esto es como lo de aquella de Humphrey Bogart, se tiene o no se tiene. James Gray nos ofrece con paso firme un relato gangsteril en el que la corrupción y el crimen es el punto de llegada para unos jóvenes con poco futuro pero con ganas de dinero fácil. A mí me ha recordado un poco a la magnífica "El clan de los irlandeses" (1990), aunque sin llegar obviamente a su mismo nivel. Aún así, la obra cuenta con un elenco brillante, una buena historia, estilo, una fotografía oscura y momentos para que todos los personajes se muestren. En contrapartida quizá pueda pecar de plana o predecible, incluyendo un final algo brusco.
"La otra cara del crimen" maneja con acierto varios temas, desde la amistad, al amor pasando por la traición, la familia, la marginación, la ambición o las segundas oportunidades. Sin embargo, el que se lleva la palma es la corrupción, mal que por su extensión y actualidad merece una reflexión más profunda. De entrada, la corrupción siempre ha existido y existirá porque al final cada persona decidirá si es honesto antes las "oportunidades" que se le brindan. Con todo, me temo que este sistema, me refiero al democrático, ofrece demasiadas posibilidades en este sentido, lo cual no quita que una dictadura lo pueda ser más aún. La clave está en que en realidad nadie controla al político, ya sea en el ejecutivo o legislativo. Es decir, el dogma liberal de la división de poderes es una falacia. Ahora bien, ¿y si hubiera un poder por encima de él? ¿Por qué no el Real? (SPOILER en el que no revelo nada).
"La otra cara del crimen" maneja con acierto varios temas, desde la amistad, al amor pasando por la traición, la familia, la marginación, la ambición o las segundas oportunidades. Sin embargo, el que se lleva la palma es la corrupción, mal que por su extensión y actualidad merece una reflexión más profunda. De entrada, la corrupción siempre ha existido y existirá porque al final cada persona decidirá si es honesto antes las "oportunidades" que se le brindan. Con todo, me temo que este sistema, me refiero al democrático, ofrece demasiadas posibilidades en este sentido, lo cual no quita que una dictadura lo pueda ser más aún. La clave está en que en realidad nadie controla al político, ya sea en el ejecutivo o legislativo. Es decir, el dogma liberal de la división de poderes es una falacia. Ahora bien, ¿y si hubiera un poder por encima de él? ¿Por qué no el Real? (SPOILER en el que no revelo nada).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Esto que os digo es muy poco democrático pero nadie ha dicho que yo lo sea, que no lo soy para nada. En la práctica se ha demostrado que el político elegido por las urnas es, o bien una criatura del jefe del partido, o bien un pequeño caudillo, por ejemplo, en el modelo norteamericano uninominal. Sea como fuere, se puede llevar el dinero con suma facilidad porque nadie lo vigila. Es cierto que el jefe de gobierno podría hacer algo en teoría pero siendo del mismo partido y ejerciendo un control difuso, por ejemplo, sobre las actividades de un concejal ¿qué se sabe?, poco se puede hacer. Sólo queda la vía judicial, siempre complicada.
Si el gobierno, desde un alcalde al presidente, es elegido por el pueblo, primero hace lo que quiere y segundo, si sale rana sólo puede echársele cada cuatro años en la hipótesis más favorable, que nunca es. Sin embargo, si por ejemplo, el rey designa libremente al primer ministro y le tiene que presentar factura de lo que hace, ¿no es lógico pensar que en caso de anomalías lo podría echar de forma inmediata? Alguien podría alegar que entonces situaríamos la corrupción en la esfera más alta pero, además de la vía judicial, ¿tendría algún sentido disponiendo de esa posición y ese patrimonio que debiera tener un Rey de verdad, no el figurín parlamentario que padecemos?
Si el gobierno, desde un alcalde al presidente, es elegido por el pueblo, primero hace lo que quiere y segundo, si sale rana sólo puede echársele cada cuatro años en la hipótesis más favorable, que nunca es. Sin embargo, si por ejemplo, el rey designa libremente al primer ministro y le tiene que presentar factura de lo que hace, ¿no es lógico pensar que en caso de anomalías lo podría echar de forma inmediata? Alguien podría alegar que entonces situaríamos la corrupción en la esfera más alta pero, además de la vía judicial, ¿tendría algún sentido disponiendo de esa posición y ese patrimonio que debiera tener un Rey de verdad, no el figurín parlamentario que padecemos?