Muchas virtudes y otros tantos defectos en este clásico del cine inglés, que ha sido elegido entre los 100 mejores de su historia nacional por el Instituto de Cine Británico. De entrada, dos pedazos de actores, Dick Bogard y James Fox, una historia llena de intriga, un director, Joseph Losey, que sorprende por su creatividad, sus encuadres y su uso de la cámara, una atmósfera viciada y claustrofóbica, la aparición de temas de interés como la sumisión, el dependencia, el deseo o la ¿bisexualidad? por más que ni se aclaren, ni se profundicen en ellos, para terminar con otros aspectos como la acertada fotografía o el blanco y negro. "El sirviente" podrá ser muchas cosas pero nadie podrá negar que sea decadente, extraña y muy diferente a la gran mayoría de películas.

Dicho esto parecerá que nos hemos encontrado con una obra maestra. Pues no, precisamente porque hay unas cuantas cosas que no cuadran, siendo la principal, que no queda nada claro porqué depende tanto al amo de su criado. Nos faltan muchas explicaciones sobre Tony (James Fox) que justifiquen su comportamiento: añoranza de una figura paterna, tendencia a la depresión, carencia de vida social, carácter taciturno, enamoramiento de Hugo (Dick Bogarde). De lo contrario, parece rematadamente tonto. Tampoco queda claro cual es el plan del sirviente. Además, las cosas pasan porque sí, pero sin verdaderos motivos, y el desarrollo, a veces brusco, de la trama está cogido con pinzas, hasta desembocar en una recta final bastante bizarra. Aún así, merece la pena verla.