Uno se dispone a visionar "La última tentación de Cristo" con el morbo malsano de ver hasta que punto ha sido irreverente Martin Scorsese a la hora de retratar a la figura de Jesús. Por eso casi decepciona que pese a la amplia polémica que levantó en su momento y que todavía destila resulte finalmente tan comedida. Ciertamente es bastante heterodoxa, puede que cobarde y que está claro que el director quiere meterle el dedo en el ojo a los cristianos pero lo que es ofensiva, no me lo parece. Claro que hay personas que se pueden ofender por cualquier cosa que se separe del dogma religioso.

Otra cosa distinta es que sea una buena película lo cual está lejos de serlo. Básicamente el principal fallo de la obra es que Scorsese o el escritor Kazantzakis, tanto monta, monta tanto, no han entendido a Jesucristo. El acercamiento a Él es puramente humano pese a que no se niega de un modo tajante su divinidad. Le vemos predicar, hacer milagros, teniendo visiones pero en todo momento se le ve sin el aplomo, sin la trascendencia y la majestuosidad que debiera tener siendo hijo de Dios. De hecho el supuesto enfrentamiento entre la parte divina y humana se difumina pues impera la carnal de un modo absoluto. Las dudas que le asaltan son las propias de cualquier ser humano pero no del que es, según la Santísima Trinidad, el mismo Dios.

Después de muchas vueltas se presenta como una novedad el supuesto deseo de Jesucristo de ser un hombre moliente y corriente y consumar su amor hacia la Magdalena. Pero salvo esa "herejía" tampoco queda claro cual es el mensaje de la película. Por momentos se esbozan críticas que parecen salpicar a la futura iglesia católica, a su "rígida" moral o la falsificación del mensaje originario cristiano. Pero por encima de todo creo que se trata solamente de jugar con esas ideas, de presentar alternativas a lo que pudo ser la vida de Jesús. Por eso, para una critica tan fina, para una visión tan estereotipada (Jesús parece un fanático capaz de fustigar su cuerpo) pero en el fondo tan chata (la última tentación de Jesús es hacerse hippy), no hacía falta hacer una película tan larga, pesada, confusa y falta de ritmo.

Si añadimos a todo lo señalado una dirección nada convincente del sobrevalorado Scorsese y una ambientación, buena para Marruecos, pero muy mala para la Palestina del siglo I, con un interés por ser realista pero que quita toda belleza al relato (por ejemplo, ¿Quién se puede sentir tentado por una María Magdalena tan soez y sucia?) el resultado final de "La última tentación de Cristo" deja mucho que desear.