Extraña película, bajo la etiqueta de drama psicológico, que va de la reacción de Jackie Kennedy (Natalie Portman) tras el asesinato de su marido, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy (Caspar Phillipson). Ahí reside la novedad de la propuesta de Pablo Larraín, no en contarnos la vida del personaje, sino un episodio más bien anecdótico, lo importante fue el magnicidio, no los sentimientos de la viuda, para ahondar en la personalidad interior del mismo. A propósito, que eso de matar a los líderes políticos fue una peligrosa plaga que se repitió más de una vez en los Estados Unidos en los años 60. Cabe recordar al mencionado John F. Kennedy en 1963, a Malcom X en 1965, a Robert Kennedy en 1968 y a Martin Luther King, también en ese mismo 1968. Estas cosas hay que tenerlas en cuenta cuando se compara el franquismo con una democracia, como la norteamericana.

Sea como fuere, el punto de partida es inusual pero no del todo errado. Sin embargo, para sacarlo adelante hace falta mucha más inteligencia que la aquí mostrada. En realidad, "Jackie" es una mezcla de verborrea e histerismo en momentos puntuales que no aporta absolutamente nada al espectador. Por supuesto, sobre el asesinato pero tampoco sobre la política, el poder o ni siquiera la personalidad de la viuda. Nada de nada. Sin una trama, los personajes se mueven como en una obra de teatro, me corrijo, como en una pretenciosa y moderna obra de teatro, esas en las que los actores no paran de hablar como si el mero recitado de palabras ya fuera un mérito, aunque del mismo no se saque ninguna idea o reflexión sustanciosa. Puede que para el norteamericano ver reflejado esta parte de su historia sea conmovedor, que lo dudo, pero desde luego para el resto es un gigantesco rollazo.