Para los más jóvenes aludo a aquella famosa canción de Mecano del año 1985, "Hawaii-Bombay". En fin, que nos encontramos con una de esas superproducciones norteamericanas, que además se convirtió en un gran éxito comercial, la segunda más taquillera en su país y siete nominaciones a los Oscars, si bien en ninguna de las categorías claves. En cualquier caso no importa porque no se llevó ninguna estatuilla. Sea como fuere, adaptación de la novela homónima de James A. Michener que sobresale además de por su florido reparto, Max von Sydow, Julie Andrews, Richard Harris y Gene Hackman entre otros, porque se ha rodado casi toda en las islas Hawaii.

La película es cierto que es demasiado larga, en unos sitios pone 171 minutos y en otros 189, y en algunos pasajes su interés puede decaer pero se repone porque tiene la virtud de ser una propuesta inteligente aunque sea a costa de darle un repaso a las religiones en general y a la cristiana calvinista en particular de mucho cuidado. Es decir, que no se trata de colgarle al protagonista, un severo pastor protestante, una serie de vicios para que veamos que es malo sino desarrollar el personaje de forma coherente con sus creencias para que al final el espectador se percate de que algo no funciona cuando lo que debiera ser bueno resulta que luego no lo es, más o menos.

"Hawaii" toca varios temas y todos ellos muy interesantes. Por ejemplo, el grave problema que supone la aculturación. O dicho de otra forma, si en un pueblo determinado hacen cosas que a nosotros nos parecen horribles, como el infanticidio, ¿debemos intervenir para evitarlas? Si decimos que sí, ¿qué cosas debemos cambiar y cuáles no? Antiguamente los misioneros llegaban y arrasaban con todo, con matices, porque creían que todo era diabólico pero es evidente que algunas cosas sí lo serán, otras no y algunas ni buenas ni malas. Hoy tenemos el baremo del respeto a los derechos humanos pero estos son también otro elemento más de aculturación.

A propósito sobre todo esto, si ahora alguien empieza a hablar de convertir a infieles y a paganos por el resto del mundo automáticamente lo tachan de integrista fanático y ultrareaccionario. Sin embargo al menos en la época que refleja el largometraje, primera mitad del XIX, pero no sólo en esta, el esfuerzo misionero era patrocinado por los liberales y demócratas. En cambio los más conservadores miraban el proselitismo con muchos recelos, lo mismo que la "civilización". De hecho lo que creían es que no hay por qué ir creando tensiones tratando de convertir a la gente cuando cada uno tiene su propia religión y su cultura que es preciso conservar, la una y la otra.

Tampoco es plan de escribir una crítica tan larga como la propia película, pero no me resisto a entrar en el núcleo central de esta "Hawaii". El cristianismo, aunque sea en su versión calvinista, tiene cosas admirables pero también algunas ideas muy peligrosas, como el concepto de herejía, la intolerancia o creerse el único camino de salvación. Algunos alegarán que el reverendo puede hacer una mala interpretación de esta religión, que en teoría es "todo amor", pero realmente es la correcta si creemos que la Biblia es la palabra de Dios. Si ahora cada uno puede construir el credo a su gusto pues vale pero entonces ni será católico, ni siquiera cristiano salvo en el nombre.