No es su historia, si no su forma de contarla. Son esos actores como Travolta que, en plena decadencia, son sacados de sus cenizas. Son todas esas peculiaridades que parecen sacadas de un cómic para ser plasmadas en una historia que pretende ser real pero que ni los propios protagonistas se toman en serio desde sus impecables actuaciones.

Es ese Bruce Willis que sin ser santo de mi devoción me encantó en Pulp Fiction. O ese irregular Samuel L. Jackson que bajo las órdenes de Tarantino da lo mejor de si mismo. Su guión, sus detalles y las formas de expresión fílmica en general que Quentin dejó en esta película son elementos que sirvieron de sobra para dejar una muy buena película que necesita ser bien comprendida.