Steven Spielberg realizó dos obras geniales en el transcurso un mismo año, dos películas muy distintas entre sí pero con el sello inconfundible de un genio que llevaba mucho tiempo sin sorprender a críticos y espectadores: Jurassic Park y la Lista de Schindler.
La última sirvió para convencer a muchos de que Spielberg puede realizar grandes trabajos más allá de la ciencia-ficción (de todas formas, El imperio del Sol me parece un film notable)
La lista de Schindler es una compleja película todoterreno, visual y técnicamente es una maravilla: preciosista y brutal, alegórica y explícita. El guión es inmenso, aunque el desenlace peca de un cierto sentimentalismo y cae en la autocomplacencia, elementos innecesarios en mi opinión - no me imagino a Oskar Schindler armando un numerito por no negociar la vida de un judío a cambio de un reloj, por muy emotiva que sea la escena -
El reparto es colosal, como bien lo demuestra Liam Nesson o un contenido y magistral Ben Kingsley. Pero la palma se lo debería llevar Ralph Finnes, que interpreta al comandante nazi Amon Goth, uno de esos tarados homicidas que deberieron hacer del holocausto una auténtica pesadilla (comprobar biografía). En la pantalla, Ralph Fiennes se encarga de presentarnos a uno de los asesinos más miserables y repugnantes de la historia del cine: su tarjeta de presentación, en la parte trasera de un convoy y con cara de malas pulgas, es tan ordinaria y seca como su destino...
Fiennes aterra por los crímenes que perpetra, de forma espontánea, a lo largo de la peli, y también por lo que se dice y no se ve, por su afilado gesto de nazi cabrón, por la atmósfera sucia y opresiva que le envuelve en cada escena. Gran papel de este monstruo de la interpretación.
Por otra parte, al enérgico Spielberg le ha sobrado fuerzas para seguir realizando grandes obras, como Salvar al soldado Ryan o Munich, y aunque de vez en cuando salgan bultos en su carrera, como La Terminal o La guerra de los mundos, su capacidad de trabajo es infinita, cosa que pueden decir pocos directores.