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Voto de claquetabitacora:
8
Thriller. Drama 1975. Pierre Michel es un joven magistrado que acaba de ser trasladado a Marsella para colaborar en la lucha contra el crimen organizado. Se trata de desactivar la French Connection, una operación de la mafia que exporta heroína a todo el mundo. Sin escuchar las advertencias, Pierre lidera una cruzada contra Gaëtan Zampa, el padrino más intocable. Pero pronto va a entender que para obtener resultados, deberá cambiar sus métodos. (FILMAFFINITY) [+]
4 de mayo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine polar francés, ese género policíaco de notable éxito durante la década de los 60 y 70, tuvo su máximo esplendor con directores consagrados como Jean Pierre Melville, Claude Chabrol, François Truffaut, Henry Verneuil o Jean-Luc Godard entre otros cuyas filmografías, formas, estilos directos y encerrados en un género en sí mismo depararían una forma de hacer y entender el cine frente al thriller policíaco americano. Mientras Hollywood colocaba al agente o protagonista como héroe absoluto casi reconvertido en justiciero en armas Francia daba voz, voto y presencia al enemigo, al villano, colocándolo casi a la altura del actor que encabezaba el cartel, jugando muchísimo con los matices y habiendo claroscuros entre ambos roles. Eso convertía a las películas que ofrecía el cine galo en auténticos reclamos e influencias para los cineastas de generaciones futuras que han logrado hacerse un nombre por sí mismos como el caso de Quentin Tarantino o Martin Scorsese entre otros. Directores cuyas películas son auténticas deudoras de la esencia de aquel cine. Lógicamente también han insuflado su propio sello pero ese es otro tema.

A veces sucede que la Historia del mundo teje sus propios guiones y tan sólo el género cinematográfico tiene que reunir las piezas para deparar sus propias películas. En la década de los 60 y 70 hubo un entramado que tambaleó los cimientos de la sociedad americana pues la mafia introdujo heroína en los Estados Unidos desde Turquía pasando por Francia, para mayor concreción, Marsella. Todo aquello llegó a tener el sobrenombre de “Conexión francesa” al convertirse en una de las mayores tramas del narcotráfico. En 1969 Robin Moore escribió el libro “The French Connection: A True Account of Cops, Narcotics, and International Conspiracy” y en 1971, basada en esa obra, William Friedkin dirigió “The French Connection (contra el imperio de la droga)” donde la trama se centraba en dos policías americanos de narcóticos que intentaban dar caza a uno de los mayores traficantes. La película, interpretada por Gene Hackman, Roy Scheider y Fernando Rey, se convirtió en todo un referente precisamente por su tono duro, seco y por una dirección modélica aparte de cosechar infinidad de premios (5 Óscars en 1971 incluidos mejor película, director, actor, etc). Tal fue el éxito que 1975 John Frankenheimer dirigió “French Connection 2” variando el tono y dándole un enfoque más europeo, a la vez que era expuesto como un filme más intimista que su predecesora.

Cédric Jimenez recurre en su segundo trabajo como director a ambos temas, el cine polar y ese pedazo de la Historia, para rodar lo que podría verse como la versión definitiva o como mínimo la más madura de todas al rodar desde un formato casi documental, alejándose de los alardes del thriller, del suspense más manido y ahondando en todos los mecanismos de las partes implícitas ya sea la mafia y sus integrantes, el tráfico de la droga, el magistrado reconvertido en cazador a través de la ley, los intentos de desentramar todo el tinglado y conseguir dar muerte a uno de los entramados más duros de los 60 y los 70 que afectó tanto a los adultos como a los jóvenes por igual pues acababan enganchados a la heroína de tal forma que acababan muriendo sin remedio. En este caso tenemos dos bandos: el magistrado de menores Pierre Michel, joven y con ambiciones, quien intentará dar captura a quien está suministrando la droga a los más débiles trasladándose a Marsella para así poder encabezar el departamento encargado de erradicar el crimen organizado. Jean Dujardin ofrece el temple, la precisión, la dureza y la decisión de un rol que podría equipararse al Eliott Nes de Kevin Costner en “Los intocables de Eliot Ness” (Brian De Palma, 1987). Un hombre que está dispuesto a llegar hasta el final con tal de dar caza a los causantes de un mal social y moral.

Porque la película va más allá de lo visual, del thriller al uso sino que se centra también en los problemas menores pero que son los daños colaterales y las piezas de un destrozo irreparable como bien puede verse en la relación casi paterno filial que establece Pierre con uno de los casos que lleva pues se trata de una adolescente a la cual intenta ayudar por todos los medios para desengancharse. Es en el momento fatídico cuando el mal, el dolor, el daño emocional y la magnitud de la situación le estampan en la cara al magistrado para tomar la decisión de ir a por todas a pesar de sacrificar todo cuanto le rodea como es la relación con su esposa y familia (la escena de la cabina donde acabará derrumbándose emocionalmente es uno de los mejores al respecto y donde se demuestra la madera de la cual está hecha Dujardin). El actor tiene una presencia que evoca a los intérpretes galos de antaño, cuya forma de actuar transmite presteza, madurez y hombría. Dotes imprescindibles para un rol que necesita estar en los dos lados de la balanza: dureza sin concesiones hacia los que están quebrantando la ley y sensibilidad hacia los que están padeciendo el mal de la drogadicción. Lo interesante del caso es que la película se aleja por completo de las constantes y los clichés del cine americano pues no intenta envolver al protagonista de un manto de heroicidad casi de superhéroe, ni tan siquiera necesita ser un justiciero urbano. Tan sólo el hombre que a través de medios cada vez menos correctos deberá acabar con un mal acuciante y cada vez más cruel.

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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