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Voto de caballero blanco:
8
Comedia. Drama Medio-oeste americano, 1967. Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg) es un profesor de física que ve cómo de la noche a la mañana su vida se derrumba. Es un hombre bueno, un marido fiel y afectuoso, un buen padre y un profesor serio, pero, de repente, todo en su vida empieza a ir mal. Su mujer lo abandona sin explicaciones, y el amante de ella lo convence para que deje su casa y se mude a un motel por el bien de los niños. Además, su carrera ... [+]
14 de enero de 2010
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hice una "crítica" vagamente criptopoética glosando y enlazando semifloradamente todas las películas de los Coen importantes y culminando en ésta. Pero se me fue internet o no se qué y se me borró. De veras. Intenté escribirla de nuevo pero adiós al pathos de la musa.
Vaya mierda porque me gusta atrapar ciertas parcelas -¿de arte?- y luego revisitarlas como una ganada pérdida más, antes de irme.

Empezaba con algo así como:
(He afrontado arañas y todo tipo de cosas.
En enero empezaron a bajar las temperaturas,
hasta el punto que el aire resquebrajó el hielo de las losas
de la calle y mariposas oscuras.)
Porque volví del cine andando, y pasé a través de una telaraña o algo similar, y además empezaba a hacer frío, y siempre estoy cansado.

Acto seguido decía algo acerca de que esta premisa era falsa, y algo embrollado sobre que el azar enmascara lo improbable -lo difícil, pero no lo imposible-, o algo parecido que en su momento me pareció natural al ponerlo de corrido.
Al mismo tiempo la única imposición era establecer cierta distancia "racional" con lo recién visto, porque no sé qué me pasa pero me afecta todo demasiado, y llevo creo que cuatro años así desde los 14 más o menos y dudo que desaparezca.
Es decir, la extrañeza, la extrañeza sobre todo. Y los Coen, no sé hasta qué punto -saber, saber-, la poseen a raudales en su deliberada... distancia.

Como ya es inútil resumo, lo que creo comenzaba tras una raya de separación de ámbito con un
Todo empieza una mañana gris y clara en una barbería.
Me ahorro el suspense pretendida -y obligadamente- poético en cuanto a escaparates -¿años 50?- y Bartlebys y destinos extraños -sí, sí-, pero digo lo de las llantas en carreteras movedizas, rubias muy bonitas, humo y platillo volador.
Y que tenemos que regresar al barbero.

Sigue -orden cronológico de visionado- con un
entre las flores nunca es baladí la muerte,
mencionando pechos de par en par y homenajes que depositan una tumba bajo el sonido del más claro clarinete -viento tras los sombreros-, balas americanas que no son de plata. Suerte sin suerte.

Para hablar a continuación del rojo sobre la nieve -una sangre que de primeras resultaba de veras fácil y descalabrada, fallida-, el rojo sobre los ojos, y las escenas finales.

Y, pasando por los altos vuelos de ese Nota de supermercado de América, concluir antes de terminar con el hotel donde Barton Fink mora -y morará por siempre. Y su playa de azul cielo y la caja -ay, la caja- que tiene que ver con las llamas, y los lazos, y con nada.
El papel que se despega, los goteos y mosquitos subrepticios.
Una obsesión hasta tal punto extraña.

(Sigue.)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
caballero blanco
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