En plena fiebre por las películas de terror con adolescentes allá por los 90, el título de 1976 'Carrie' se subió al barco y se estrenó una secuela (o yo lo llamaría reinicio encubierto en forma de secuela, porque sigue prácticamente el mismo patrón) rondando el nuevo milenio; pero pasa lo de siempre, cuando no se cuenta con la gente de la cinta original, malo.

No repiten actores de la original, salvo Amy Irving, y ni Brian De Palma vuelve a la dirección. Visto y comprobado durante la historia del cine que cuando una película se hace saga y no comparte todos o buena parte del equipo artístico y técnico mayormente son clavos que se fijan en la tumba de una franquicia. Y esta secuela no es una excepción.

Esta secuela no es, a pesar de todo, una infumable cinta. Repite prácticamente el patrón de la antecesora, aunque se esfuerza en dar matices para no ser una copia descarada (aunque con la madre empieza bien, pero termina resolviendo su trama de forma abrupta sin más) y medio funciona; el problema es que no hay nadie de los nuevos que lleguen ni a la suela de los zapatos a los De Palma, Spacek, Travolta o hasta Nancy Allen. Las únicas excepciones serían Eddie Kaye Thomas y Mena Suvari y, aún así, tienen más borrones que destellos.

Le reconozco el intento por intentar ser un filme digno, pero el algodón no engaña. Bebe demasiado del esquema de 'Carrie' y el relevo de actores y director no sienta nada bien. Bajo otro punto de vista podría haber funcionado.