De los tres tumultuosos, por momentos, capítulos de esta miniserie de 8 horas, claramente el primero es el que más me costó conectar y seguirle el ritmo, aunque no me aburrió, se me hizo pesado. Ya en el segundo pude entrar en calor y relajarme y disfrutar de la narración. En el tercero terminé de compenetrarme del todo, llegar a un cierto clímax y experimentar a full el producto audiovisual como creo que quiso plantearlo Jackson.
En general, la duración tal vez no se justifique del todo y haya que hacer varias concesiones para seguir el hilo de la propuesta, pero teniendo a los cuatro genios de Liverpool en pantalla se hace más llevadero, uno está medio hipnotizado viéndolo en modo fanático, a pesar que muchas de las escenas puedan notarse como relleno, con poca relevancia, repetitivas o redundantes.
Como material artístico es una joya suprema, no solo patrimonio de la humanidad, diría del universo, para otras civilizaciones y la posteridad. Es un masterclass tras otro de música, de composición, de teoría y práctica técnica y audiovisual, de ingeniería en sonido, de historia, en fin, un producto valiosísimo.