La mejor de las tres entregas. El guión está más currado y la holgura en el presupuesto permiten hacer una película más ambiciosa y completa. La historia continúa donde quedó la primera parte. Después de vengar a los suyos, Max vaga por las autopistas en busca de gasolina y comida. El holocausto nuclear ya se ha producido, las civilizaciones se han destruido y los que quedan luchan por sobrevivir en un mundo ultraviolento. En esta ocasión Mad Max se prestará a ayudar a un grupo de personas que custodian una refinería de petróleo a cambio de suministros. El plan es conseguir un camión que pueda transportar la mayor cantidad de gasolina posible para poder escapar a un lugar seguro en el que aún quedan vestigios de civilización. Para ello, nuestro protagonista tendrá que enfrentarse a un grupo de bárbaros que acecha a la gente de la refinería.

Mad Max II quedará para el recuerdo por su espectacular persecución final en la que toda clase de vehículos motorizados persiguen a un antipático y solitario Mel Gibson. En una época en la que la informática no servía para nada, había que rodar las escenas más peligrosas a pelo con los especialistas jugándose el tipo a menudo. En este sentido, las escenas de acción están muy conseguidas y rebosan autenticidad y realismo.