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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
7
Musical. Romance. Comedia Versión cinematográfica del mito de Pigmalión, inspirada en la obra teatral homónima del escritor irlandés G.B. Shaw (1856-1950). En una lluviosa noche de 1912, el excéntrico y snob lingüista Henry Higgins conoce a Eliza Doolittle, una harapienta y ordinaria vendedora de violetas. El vulgar lenguaje de la florista despierta tanto su interés que hace una arriesgada apuesta con su amigo el coronel Pickering: se compromete a enseñarle a ... [+]
6 de junio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
My fair lady (1964), dirigida por George Cukor, es un extenso drama musical ubicado en la Inglaterra de principios del siglo XX, en el que una vendedora de flores es tomada como pupila por un experto en lingüística que buscará formarla como una dama de la alta sociedad.

Por Nicolás Bianchi

El poeta romano Ovidio, nacido en el siglo I a.C., popularizó en Las Metamorfosis la historia del escultor griego Pigmalión, quien se enamoró de una estatua esculpida por el mismo a punto tal que ella cobró vida. Basado en ese relato antiguo el dramaturgo George Bernard Shaw escribió la obra Pigmalión en la primera década del siglo XX, en la que un profesor de lingüística y fonética, como aquel escultor, se obsesiona con una joven vendedora de flores que habla de forma vulgar.

De hecho My fair lady, que es una adaptación cinematográfica del escrito de Shaw, transcurre en 1912 en una Inglaterra en la que la división en clases es muy marcada. A la salida del teatro los ricos se mezclan con algunos pobres, como la vendedora de flores Eliza Doolittle (Audrey Hepburn). De manera icónica durante buena parte del siglo XX los personajes de vendedoras de flores son los que representan la mayor pobreza posible dentro del mundo de los trabajadores. Solo los mendigos están por debajo de ellas.

El profesor de lingüística Henry Higgins (Rex Harrison) toma como pupila a Eliza para moldearla como una dama de la alta sociedad. Así es como apuesta, contra su amigo el coronel Pickering (Wilfrid Hyde-White), que podrá convertir a la vendedora de flores en una mujer de modales refinados capaz de insertarse en un baile exclusivo en el que nadie advertirá su origen humilde.

Las rimas de las canciones que presenta My fair lady son ingeniosas y contribuyen a la construcción del mundo en el que se mueven los personajes. De la misma manera los cuadros musicales están interpretados con gracia en coreografías que no apuntan a la grandilocuencia sino a resaltar algunas características de los ricos y los pobres que se relacionan en la trama del film.

Sin embargo, las caracterizaciones que se pueden encontrar en la película están sumamente desfasadas con las sensibilidades actuales. Higgins es despectivo al tratar a Eliza cuando ella todavía se comporta como una trabajadora pobre, a pesar de una de las líneas centrales en el drama es la relación, de afecto pero no de amor, entre ambos personajes. A su vez, el padre de la protagonista, Alfred Doolittle (Stanley Holloway), es un obrero vago y borrachín que cuenta con un número musical en el que deja claro sus valores. Que las mujeres no te atrapen y que no tengas que trabajar, canta el personaje, mientras detrás de él desfilan las sufragistas, quienes peleaban en ese entonces por el derecho a votar. Si bien se marca la diferencia entre la holgazanería de Alfred y la rectitud de las mujeres también se podría interpretar algún componente de burla contra ellas.

El director Cukor, abiertamente homosexual, presenta una pareja gay no declarada en los personajes de Higgins y Pickering. Viven juntos, duermen en cuartos separados, y ambos se presentan orgullosos como solterones empedernidos. En otro cuadro musical, que hoy sería interpretado como misógino, Higgins abunda en las bondades de una vida fuera de la compañía, más allá de lo ocasional, de las mujeres. Dentro de los límites de la industria de Hollywood en aquel momento, Higgins y Pickering, refinados pero no amanerados, representan a una pareja homosexual.

My fair lady se extiende durante dos horas cincuenta minutos en las que lo más interesante se encuentra en los primeros dos tercios del film, antes del corte del entreacto. Eliza era pobre pero no desdichada. Cuando refina sus modales y se inserta en el mundo de la alta sociedad se convierte en una mujer bastante más triste. Su única opción parece ser el matrimonio, y por lo tanto la pérdida de cierta libertad de la que gozaba a pesar de las carencias materiales. Los viajes en taxis y los bombones de chocolate, ambas obsesiones del personaje, pueden ser cómodos y deliciosos pero apagan el brillo inocente en el rostro de la muchacha que con suma gracia encarnó Audrey Hepburn.
El Golo Cine
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