Jungle Cruise (2021) es la última producción de Disney, dirigida por Jaume Collet-Serra e inspirada en una popular atracción del parque de diversiones de la compañía. Se trata de una gran producción orientada a un público adolescente y familiar sin ningún tipo de innovación destacable.

Por Nicolás Bianchi

Prolija, políticamente correcta y por momentos entretenida, Jungle Cruise recrea el espíritu de las atracciones de los parques de diversiones en la pantalla. Como una montaña rusa, lo más interesante se produce cuando el relato cobra cierta velocidad, mientras que cuando reina la calma la experiencia puede ser bastante anodina.

Collet-Serra, en su primer trabajo de gran presupuesto luego de dirigir un puñado películas de terror (House of Wax -2005- y The Orphan -2009-) y cuatro cintas de acción con Liam Neeson como protagonista, logra componer un film que se podría inscribir dentro del rubro de las aventuras.

Al modo de ‘Érase una vez’, Jungle Cruise comienza al ritmo de una versión instrumental de Nothing Else Matters de Metallíca, contando que en el pasado una expedición liderada por el español Aguirre (Edgar Ramírez), sucumbió mientras buscaba las ‘Lágrimas de la luna’, nombre que servía para referirse a los pétalos de una extraña flor que crecía en lo más recóndito del Amazonas y tenía poderes curativos extraordinarios.

Mucho después, en 1916, dos hermanos intentan retomar la senda de Aguirre, nombre quizás usado en referencia al expedicionario Lope de Aguirre cuya historia versionó Werner Herzog en 1972. Lily (Emily Blunt) es una mujer fuerte que viste pantalones en una época en las que sus congéneres están prácticamente obligadas a usar polleras o vestidos mientras que MacGregor (Jack Whitehall) es su amanerado, refinado y algo torpe hermano, que la secunda fielmente.

Lily quiere alcanzar los poderes curativos que ofrece la selva con fines altruistas en tiempos en los que se desarrolla la Primera Guerra Mundial, aunque sus intenciones no están para nada bien asentadas en el relato. Ya en un pueblito a la vera del río Amazonas, formará una sociedad con Frank (Dwayne Johnson), el capitán de una destartalada barcaza de madera que, justamente, se dedica a pasear a los turistas como si se tratara de una atracción en un parque temático.

Mientras los persigue el noble alemán Joachim (Jesse Plemons), que quiere hacerse de los pétalos de la luna para fines no tan santos, los personajes se embarcan en una aventura por el río y la selva que encuentra sus mejores secuencias en los momentos de acción. Al promediar el film se da un vuelco hacia lo fantástico que provoca que Jungle Cruise luzca muy similar a Pirates of the Caribbean (2003), otra película inspirada en una instalación de un parque de diversiones.

La gran variedad de animales, monstruos y alimañas creadas por computadora están dentro del estándar esperable para una producción de esta magnitud aunque en ningún momento la película se destaque desde el punto de vista visual. Todo lo que presenta Jungle Cruise ya se vio en reiteradas ocasiones. Es más, el film incluso desperdicia varios recursos, como el tema de Metallica que nunca termina de explotar, un papel secundario e irrelevante de Paul Giamatti, y hasta unos primeros compases de humor autoconsciente y levemente absurdo que hacen de la introducción lo más interesante de un film de poco más de dos horas, que no tiene nada nuevo para mostrar.

Se estrenó en cines y en Disney +. Contacto: [email protected].