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España España · Jaén
Voto de JACHi:
9
Drama. Romance Año 1849, en Nueva York. Catherine Sloper, una rica heredera, tímida, inocente, poco agraciada y no muy joven, es pretendida por un apuesto joven. Ella se enamora de él apasionadamente, pero su cruel y despótico padre se opone a la boda y amenaza con desheredarla. Adaptación de la novela de Henry James "Washington Square". (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película revela muchas cosas. Como que las personas que van disfrazadas de mosquitas muertas y aparentando ser las criaturas más inofensivas del universo, en realidad son, con diferencia, las más peligrosas. Y no sólo me refiero al personaje que interpreta Montgomery Clift. Aquí hasta la más inocente esconde en su núcleo una fiera con púas venenosas.

¿Cómo puede un grupo de buenas personas, movidas (por lo general) por el amor y el cariño, y la búsqueda de la felicidad, equivocarse tanto y hacerse tanto daño entre ellas? Es la visión de Wyler sobre las relaciones humanas: voluntad de amar que termina convirtiéndose en malentendidos, en frustraciones y en dolor.

Yo os explicaré, desde mi meapilas punto de vista, el por qué de esta paradójica situación (buenas personas dañándose): El Demonio.
Sí, el tipo colorado de la cola puntiagua y los cuernos... que vaga por las casas en busca de una rendija por la que colarse... o de incautos (y las buenas personas, por definición, suelen ser incautas) que en un momento de debilidad, de dudas y de soledad, se vean tentados por Don Satán, y le abran la puerta. Y una vez abierta, ya no habrá marcha atrás. El daño será irreparable.

Y perdonadme, compañeros de crítica, pero me parece que algunos divagáis. Aquí el Diablo no es el Doctor Sloper, a pesar de su rudeza de carácter, humor sarcástico y maneras equivocadas. Aquí el "malo" es indudablemente Morris Townsend, un vago con carita de ángel seductor, que consciente de su propia falta de talentos naturales (y la nula voluntad de trabajar en algo mínimamente constructivo), decide tirar por el camino fácil (al menos, en apariencia) y aprovechar el don de la belleza que Dios le otorgó para embaucar a alguna solterona y así poder vivir cómodamente, del cuento y sin dar golpe. Hay que aclararlo, según veo: Morris en ningún momento ha sentido la menor atracción hacia la pobre Catherine, y por supuesto jamás le ha profesado amor ni lo hará. Es más, dudo que un personaje de esta calaña esté capacitado para tales sentimientos, por su naturaleza egoísta y narcisista.

La misma hermana del guapito es una mujer sufrida y humilde. Ella también le ha padecido, y es que es uno de esos sujetos que allá donde pasan, dejan atrás un buen número de heridos. O como dijo el Tenorio, otro díscolo confeso, '...y en todas partes dejé memoria amarga de mí'.
De nuevo: TODOS los personajes son buena gente, salvo Morris 'ojitos tiernos'. Pero basta que se esconda un canalla entre cien bondadosos para que el follón esté servido, sobre todo si los buenos son un poco tontos y están acomplejados. Y esta película lo refleja maravillosamente bien. Por eso creo que es una obra maestra.

La cinematográficamente gloriosa década de los 40 también nos legó otra película con un protagonista de cualidades parecidas a las de Morris. MONSIEUR VERDOUX, del tan genial como Wyler Chaplin, pero menos sutil, nos presenta a un manipulador y estafador de ricachonas directamente como el asesino siniestro que es, sin complejos ni dobleces.

En un contexto algo más realista, el de Washington Square, pillar al Príncipe de las Tinieblas y señalarle públicamente como una bestia, resulta mucho más complicado. Y más si va bien vestido, perfumado, lleno de palabras dulces... y con ambiciones. Porque además el tal Morris las tiene, y altas. No se conforma con una burguesa de tres al cuarto. Quiere a la más forrada, porque él lo vale, se piensa él. Observando con esa mirada que revela un vacío de espíritu aterrador, y esa sonrisa aprendida de niño que sabe cómo chantajear al prójimo. Vamos, lo que ahora la gente ordinaria llama vulgarmente un vampiro emocional.

En el film, un individuo así las tiene todas consigo, y el director sabe plasmar perfectamente lo a gusto que se siente siendo conocedor de que su trampa ha surtido efecto una vez más, y que no tendrá que dar un palo al agua en unos cuantos años. Yo, sinceramente, creo que lo que habría que haber hecho (aunque es muy fácil decirlo viendo la repetición una y otra vez; en el momento supongo que será más difícil) es dejar que la infeliz de la mala leche (porque la tiene, tampoco engañarse con esto) se casara con el sinvergüenza, para que éste le diera dos o tres hijos. Ella era una mujer con tierna inclinación hacia los niños, y viéndose abandonada por su marido (cosa que ocurriría tarde o temprano, obviamente) al menos se quedaría con el consuelo de haber "conquistado" a un guaperas como Morris y de tener hijos que le dieran alegría y que tuvieran su agradable semblante. Al final, como señalaba al principio, los personajes que tienen el ánimo de que sus seres queridos no sufran, resulta que los hieren mucho más. Una vez más, Wyler sentencia con su trágica visión de la vida. Y no sólo consigue herir a sus personajes, sino que nos hiere muy profundo a todos los que vemos LA HEREDERA.

Yo, acostumbrado y gustoso de ver el cine made in Stallone, viendo estas otras películas he entendido que el ruido más potente e impactante que puede salir de una película no lo produce una bala, o una explosión, o una patada de kung-fú, o dos coches chocando en una trepidante persecución... El mayor ruido que un buen espectador oirá jamás es uno que sólo los genios del cine saben (sabían) producir. Y es el sutil, sordo, y ahogado sonido de un corazón rompiéndose en mil pedazos.
JACHi
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