Suspiria de Dario Argento era cine poético. Una obra despreocupada por la narrativa y centrada en permanecer en nuestras retinas, sin importar lo disparatado o enfermizo de su planteamiento. Rojo intenso, atmósferas enfermizas, música psicodélica y hiperestilización de las muertes.

La versión de Luca Guadagnino de Suspiria utiliza el material original planteado por Dario Argento para desarrollar una historia más narrativa, más compleja y fragmentada. Con un contexto histórico muy concreto, y una atmósfera más realista. (Sin renunciar al rojo intenso, ni a la sangre, especialmente en el festival gore final).

Cambia colores saturados por tonos pastel, la psicodelia de Goblin por la melancolía de Thom Yorke, introduce temas políticos, empodera a la mujer y exprime al máximo las posibilidades dramáticas y estéticas del elemento “danza”, que en el film original aparecía como algo circunstancial.

Sobre si era necesario un remake y si aporta algo nuevo, mi opinión es que toda obra (literatura, música, cine, etc) puede y debe ser reinterpretada, reversionada, revisada, siempre que incorpore algo del responsable de la nueva versión. Una sensibilidad diferente, un universo propio, intenciones nuevas, cualidades que aporten emoción, sentimiento. Suspiria de 2018 solo utiliza el material original como punto de partida para elaborar una obra con personalidad propia, claramente diferenciada de la versión de 1977, con otras intenciones dramáticas y estéticas.