Un meteorito cae del cielo y nos trae todo un mundo de color donde la formas y el tiempo se estiran y se encogen en una sinfonía cósmica de terror insoldabe. Eso es lo que, tal vez, el director nos quiere transmitir con esta película, o... tal vez no. Lo que ocurre es que está todo tan visto, suena a tantas cosas ya conocidas y nos viene a la memoria tantas y tantas películas, que la nostalgia nos invade a queda segundo que pasa del celuloide y solo nos queda mirar atrás y recordar The Thing, Society, The Blob, Poltergeist... y tantos y tantos clásicos de los cuales la película se alimenta, pasando por delante de nuestros ojos escenas incluso calcadas de los originales por el director, sin miedo ni prejuicio ninguno, con la conciencia tranquila del deber bien hecho. Alguna lagrimita se me escapó con la escena de las alpacas en el granero. Nostalgia pura y dura de un cine que fue, triunfo y como un pequeño suspiro desapareció en ese frondoso bosque del cual presume la película que nos atañe. Y qué decir de Nicolas Cage, enorme, en su salsa, todo gira en torno a él: histriónico, histérico, desatado... genial. Un regreso al pasado, una vista atrás al viejo platillo, al perdido meteorito, a los seres de oscuridad, a la locura. Nostalgia.