Jonás Trueba es ya un estilo cinematográfico en sí mismo. Dueño de una concepción del drama romántico profundamente afrancesada (con expresos aires buscados y referenciados a Eric Rohmer), su cine no es apto para todos los paladares. Requiere de calma, sosiego, vocación reflexiva y un profundo humanismo para alcanzar el tuétano de su mensaje. “La Virgen de Agosto”, no estando a la altura de su obra maestra "La reconquista", es un ejemplo perfecto de ello.

Cuando Jonás Trueba sublima su propuesta es cuando se asocia con la actriz Itsaso Arana, la cual no es sólo la musa de sus mejores cintas, sino que además es coguionista en este caso, dejando un sello perfectamente reconocible en una película madrileña donde esa ciudad es protagonista indiscutible de una historia de languidez aplastante por el calor de la primera quincena de Agosto, en la que hay más foráneos que propios en un Madrid entregado a las verbenas y fiestas populares mientras suda la gota gorda y busca una sombra (con participación de Soleá Morente incluida para quien le guste)..

En esa meseta de la vida que siempre es el momento más tórrido del verano, Eva se va a pasar quince días al piso de un amigo que también abandona el centro de Madrid por vacaciones Allí, en su voluntaria soledad, va a comenzar a conocer nuevos personajes y a experimentar sensaciones y situaciones inéditas, mientras que el secreto de su carácter apocado y difícil se guarda celosamente por los creadores de la película para dejarlo escapar junto antes de expirar la misma.

Relato generacional de treintañeros atrapados entre la nada y el hastío, Jonás Trueba vuelve a legarnos una película elegante de trazo fino y un tanto insulsa, utilizado el término no como crítica, sino todo lo contrario, como elogio en la recreación y descripción del vacío existencial y vital de sus personajes, incapacitados para amar y ser amados, de trayectorias vitales desconcertadas.

Y con un final precioso y preciosista que acaba siendo broche de oro a un calmado camino hacia la depuración estilística. Como siempre, todo ello contado a través de una premisa argumental mínima que trenza las historias de sus personajes con alma.