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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama. Romance En el Londres de la posguerra, en 1950, el famoso modisto Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su hermana Cyril (Lesley Manville) están a la cabeza de la moda británica, vistiendo a la realeza y a toda mujer elegante de la época. Un día, el soltero Reynolds conoce a Alma (Vicky Krieps), una dulce joven que pronto se convierte en su musa y amante. Y su vida, hasta entonces cuidadosamente controlada y planificada, se ve alterada por la ... [+]
7 de febrero de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que vuelvo a ella, el milagro del CINE (con mayúsculas) se reitera en desplegarse ante mis ojos. De un ser superior tocado por los dioses para hacer cine eterno, sin la menor duda para mí el mejor director vivo en todo el planeta, de cuya genialidad nacieron obras maestras que son pilares de nuestro tiempo como “Magnolia” y “Pozos de ambición” (dos de las películas de mi vida), nunca se puede esperar indiferencia. Incluso cuando después de no haber estado a la insostenible altura de su propia perfección y de haber decaído un tanto su filmografía posterior, ha seguido regalando chispazos de cine eterno, porque los genios son así, incontenibles lo quieran o no. Y Paul Thomas Anderson, el mayor de todos ellos, no puede evitar parir planos que son obras maestras instantáneas.

Y, sin duda, se reinventa a sí mismo con uno de los retratos de la patología psicológico-psiquiátrica más complejos y certeros que haya dado el cine. El amor gótico por excelencia. Es la historia de un ser mentalmente atormentado, misógino en esencia por estar bajo la influencia absoluta de una madre muerta y una hermana posesiva, probablemente asexual e impotente, que ha volcado toda su energía y su capacidad intelectual privilegiada en el trabajo, consiguiendo ser el modisto más importante de Inglaterra en los años 50 a pesar de su evidente desequilibrio mental, o quizás justo por ello, cuando la obsesión por la perfección navega de una orilla a la otra.

Pero en su vida irrumpe una chica joven llamada Alma, y ya nada va a ser igual a partir de ese momento. Porque Alma, que tampoco es un dechado de salud mental como el anonadado espectador puede ir comprobando paulatinamente a lo largo del etéreo metraje de la cinta, va a venir a perturbar un mundo cerrado en el interior de una burbuja. Y todo ello contado con una mala leche y una acidez inconmensurable, sin piedad alguna hacia sus personajes, como un malvado demiurgo enfermizo llamado Paul Thomas Anderson, creando un drama tan abigarrado que a veces tuerce en comedia (muy negra y aún más oscura).

Y por si los méritos de todo ello no fueran ya suficientes, encima se entrega en sus encuadres clásicos (de un clasicismo apabullante que nadie más en el mundo puede exhibir ante una pantalla) y pausados revoloteando sutilmente en torno al trabajo histórico de dos actores fuera de lo común: Daniel Day-Lewis (vuelven a coincidir actor y director como en “Pozos de ambición”, una de las mejores películas de la historia del cine) y ella, Alma, la esencia de la película, el personaje femenino inolvidable, interpretado por una Vicky Krieps absolutamente antológica. Y todo ello para contar que el amor duele, de forma literal, si es verdadero.

Si unimos a ello la exquisitez absoluta y cerrada de la fotografía que el propio dios Paul Thomas Anderson decide dirigir y el virtuosismo de su partitura musical de la mano de Jonny Greenwood estamos, sin la menor duda ni pestañeo, ante una de las grandes obras maestras de nuestro tiempo. Película maravillosamente enfermiza que hace levitar en la butaca al cinéfilo más exquisito y exigente.
Sergio Berbel
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