Lo que más me gusta de la película es el tremendo cinismo y sentido del humor con el que trata un tema tan escabroso como el de la droga. Creo que es la mejor forma de acercarse a este asunto sin caer en el moralismo, la superficialidad o la simple apología. Como dice Renton, “es fácil ponerse filosófico cuando es otro el que tiene mierda en lugar de sangre”. Hay que ver lo duro que resultan los comienzos de un jedi.
La película es demoledora, y, detrás de una puesta en escena realista, casi documental y aparentemente irreverente, yo veo un planteamiento bastante conservador. Es sintomático que la única vez, aunque sea transitoria, que el protagonista se desengancha del caballo lo consiga gracias a la ayuda de sus padres, prescindiendo de clínicas metadoneras. La alusión que se hace al parasitismo del mundo junkie respecto a las prestaciones sociales, tampoco tiene desperdicio; ni tampoco la visión del quinteto de la muerte como un grupo de aprovechados y egoístas sin escrúpulos. La propia metáfora que supone la inmersión en una hedionda taza de váter como la iniciación en el mundo de la droga es bastante ilustrativa. El sida, el transexualismo, la familia, la vida “normal”, muchos temas se apuntan en pinceladas tan bien engarzadas que la película es un fresco casi insuperable de la sociedad británica de la época. Aunque imagino que buena parte de todo esto se deba a la novela. La banda sonora es otra muestra de ello. Y el gatito con toxoplasmosis, un puntazo con bastante mala leche. Otra de mis frases favoritas, que en los últimos tiempos no ha hecho más que confirmarse es esta: “Dentro de mil años ya no habrá tíos ni tías, sólo gilipollas”.
P.D.: Estoy de acuerdo con Sick Boy, “Los Intocables es una mierda”.