Anonadado me hallo ante lo que acabo de ver. Y es que por mucho que indague en los anaqueles de mi memoria cinéfila, no recuerdo haber presenciado jamás semejante recital de sadismo y perversión en una gran pantalla. Un recital que supera holgadamente el nivel de barbarie y degradación moral exhibida en “Salò...”, “Holocausto caníbal”, “Saw” o cualquier paranoia coreana y que demuestra, sin ningún genero de dudas, que la maldad humana no tiene límites.

Quizás a algunos les parezca que conseguir revolver el estómago y la conciencia del espectador por cualquier medio constituye un éxito loable, pero a mi no me lo parece. En absoluto. Básicamente porque toda la violencia que explicita Laugier es gratuita y adolece de cualquier tipo de justificación dramática. Y eso, para mi, es algo execrable e inadmisible. Porque si bien un servidor puede presumir de contar con un estómago capaz de soportar cualquier secuencia -por brutal que sea- si el engranaje argumental así lo requiere, no me mola ni un pelo tener que hacer de espectador-psiquiatra de un director-psicópata como Laugier tragándome con patatas abominables engendros como el que hoy nos ocupa.

Pero lo peor de todo, lo que más me indigna, es que usuarios que dicen verdades como puños hayan visto masacradas sus críticas por quienes consideran que esta basura contiene algún valor cinematográfico. Alucinante.

Solo añadiré que hay pelis mediocres, malas, muy malas y peores. Pero luego, muy debajo de todas ellas, están pelis como “Martyrs”. Pornografía de la violencia que crea mala conciencia y cuya visión desaconsejo a cualquier cinéfilo que tenga un mínimo de moral, sentido común y buen gusto.